Потребител:Aneta

от Уикипедия, свободната енциклопедия

Картинка:Bulgaria.jpg BÚLGAROS – ESPAÑOLES Картинка:Spain.jpg


“La Bulgaria es la Andalucía del Oriente” Saturnino Giménez, julio de 1877, Tárnovo “¡Un saludo te mando, espléndida España!” Iván Vázov, 1880, Sofía


Este libro forma parte de una serie dedicada a los búlgaros y a sus contactos históricos y espirituales con otros pueblos. El proyecto editorial se realiza por la FUNDACIÓN BÚLGARA TANGRA TanNakRa y por el CENTRO DE INVESTIGACIONES DE LOS BÚLGAROS adjunto a ésta. En su idea estriba el entendimiento de que también hoy, en el mundo de la información globalizada y de Internet, el conocimiento del Otro no es perfecto y que nunca es tarde ni superfluo que un libro como éste lo enriquezca. Y ello, bilateralmente. Estimamos que nunca ha sido este propósito más loable, y en particular ahora, cuando búlgaros y españoles ya están juntos en la OTAN y se aprestan a estar juntos próximamente también en la Unión Europea.


Съдържание

[редактиране] DISTANCIADOS A TRAVÉS DE LOS SIGLOS

Durante largos siglos, España y Bulgaria vivieron de espaldas una a otra, cada cual en su península en los dos confines opuestos del Sur europeo, y prácticamente no se conocían. Incluso en el s. XX, los españoles, católicos desde el s. VI, y los búlgaros, ortodoxos desde el s. IX, pertenecían a zonas etnoculturales bien diferentes en su desarrollo histórico y en sus caminos y logros espirituales. ¿Y otrora, en las profundidades del pasado? Entre todos los grandes e influyentes Estados de Europa Occidental, España tuvo la menor injerencia política y militar en los asuntos búlgaros, y Bulgaria en los españoles, absolutamente ninguna. Primero, porque geográficamente España estaba muy lejos de Bulgaria. Hoy tampoco está cerca, pero entonces, centurias atrás, estaba mucho más lejos que ahora. Segundo, porque Bulgaria se encontraba al margen de los cauces naturales de los intereses estratégicos españoles en la esfera de la política, el comercio y la cultura. Estos intereses estaban dirigidos, por razones geográficas y geopolíticas, mucho más al oeste y al norte que al este. Durante casi la mitad de los 13 siglos de su existencia, la Bulgaria danubiana, creada en el año 681 como continuación y ampliación de la Antigua Gran Bulgaria, estuvo bajo dominio extranjero. Primero, más de un siglo y medio - de 1018 a 1185 - bajo el poder bizantino; luego, casi cinco siglos - de 1396 a 1878 - bajo la dominación osmanlí u otomana. En estos dos períodos que abarcan casi siete siglos, Bulgaria no tuvo instituciones estatales propias con las cuales los españoles pudieran mantener contactosл Hace dos o tres decenios que los españoles supieron que el más antiguo oro labrado en el mundo había sido descubierto en la Necrópolis Calcolítica de la ciudad búlgara de Varna. La necrópolis data de unos 7 mil años atrás, o sea que pertenece a una de las primeras, tal vez a la primera civilización europea jamás conocida. Ésta tuvo una influencia benéfica en los tracios, los primeros pobladores conocidos de la Bulgaria de hoy. Por su parte, los tracios crearon los magníficos frescos en las paredes del Sepulcro de Kazanlak, Bulgaria Central, los ritones y fialas de oro de los tesoros tracios mundialmente famosos, exhibidos en el mundo entero, incluso en España, los palacios y templos de Starosel y Perpericón, que dejan fascinados a los especialistas extranjeros, y ya también a los turistas, entre ellos a los españoles. Por lo demás, los españoles también poseen numerosas y sumamente valiosas antigüedades del pasado remoto, por las que sienten legítimo orgullo. Y en una noble competencia con los búlgaros pueden alegar que cuanto tiempo nos separa del oro de la Necrópolis de Varna, hemos de remontarnos el doble, e incluso más, hasta la creación de los exquisitos frescos de Altamira. Allí, en las paredes de la célebre cueva de la España del Norte, hombres primitivos pintaron hace más de 15 mil años excelentes escenas de cacería y bisontes. A Altamira se le llama con razón “la Capilla Sixtina del arte prehistórico”. Los españoles conocían al tracio Espartaco y al tracio Orfeo, pero no los relacionaban directamente con los búlgaros. En el s. V a. C., el historiador heleno Herodoto escribe que los tracios eran el pueblo más numeroso del mundo conocido después de los indios. Los menciona Homero en su “Ilíada”. Los tracios crean en los Balcanes una elevada cultura y transfieren algunos de sus logros a sus sucesores: los búlgaros y los eslavos. A fines del s. VII, al frente de los eslavos y de los tracios y junto con ellos, los búlgaros sientan el inicio de la Bulgaria danubiana: en la Península Balcánica y al nordeste de ella.


[редактиране] LOS BÚLGAROS ANTIGUOS: UNA SOCIEDAD ALTAMENTE DESARROLLADA

“El pueblo búlgaro es uno de los pueblos más antiguos en el territorio de Europa: su existencia está evidenciada históricamente y está justificada por documentos.” Acad. Nikolay Derzhavin, Rusia

Como lejana patria de origen de los búlgaros son consideradas las fértiles llanuras al norte de las montañas Pamir y Hindukush en Asia Central. Los pueblos antiguos llamaban estos montes Imeón. Allí, los búlgaros, pueblo indoeuropeo, crearon en el primer milenio a. C. su primera formación estatal. En las fuentes escritas de la antigua India este pueblo es mencionado como Balkh o Bolh, y su tierra, como Balahara. En la literatura árabe se habla de la tierra Balkhara y del Estado Burgar. En el I milenio a. C. los búlgaros se encaminaron desde el Asia Central rumbo al oeste. Alrededor de la nueva era ya estaban en los confines de Europa. En un Cronógrafo Latino Anónimo del s. IV y en autores griegos, a este pueblo ya se le denomina búlgaros. Parte de ellos llegan con los hunos a Europa Central. Otra parte se instala entre los mares Negro y Caspio. Una tercera rama cruza el Cáucaso y llega a Armenia. La más antigua geografía armenia, “Ashharatsuits”, los señala como el segundo entre los 15 pueblos más desarrollados de la Antigüedad que vivieron entre Persia y Turquestán. Fuentes armenias del s. V cuentan que búlgaros que se radicaron en las tierras del Cáucaso y adoptaron allí el cristianismo, acudieron a socorrer a los armenios para defender en combate su religión común. Los búlgaros tenían una sociedad bien desarrollada. No eran bárbaros nómadas como tantas otras tribus que se desplazaban de este a oeste antes y después de ellos. En su avance, estas gentes no lo devastaban todo cual saltamontes, sino que se dedicaban a la edificación. Trataban con gran tolerancia racial y étnica a todo miembro de la sociedad, siempre que éste aceptaba su organización política centralizada y se mostraba leal a ella y a su adalid, que llevaba el título de kan. En esa sociedad no había esclavos, se componía de hombres libres, campesinos y artesanos. Cada uno de sus miembros participaba con su trabajo personal en la creación de bienes comunes y con su heroísmo personal, en la preservación de éstos contra enemigos. Entre los búlgaros había talentosos constructores de edificios y de ciudades enteras, maestros armeros, hábiles metalúrgicos, orfebres, cirujanos. Los búlgaros eran buenos especialistas en la cría de ganado y en particular de caballos. Mucho antes de la Nueva Era, como resultado de centurias de labor de selección, ellos cultivaban variedades de cereales de alto rendimiento. Este pueblo trajo a Europa el estribo, que le confería considerable ventaja en los combates entre jinetes. Creía en un dios supremo: Tangra, dios-cielo, dios-dueño de los cielos. Uno de los testimonios más brillantes de la elevada civilización que alcanzaron los búlgaros antiguos es su calendario solar, extraordinariamente preciso desde el punto de vista astronómico y matemático. En los años 70 del s. XX la UNESCO lo reconoció como uno de los más perfectos jamás creados en el mundo y lo empleó como uno de sus modelos de calendario universal.


[редактиране] IBEROS, CELTAS, TARTESIOS. VISITANTES Y CONQUISTADORES EN IBERIA Y EN LOS BALCANES

“Entre las naciones del Mediterráneo, la nación española no cede a ninguna en cuanto a antigüedad y continuidad de la civilización”. Pierre Vilar, historiador francés

Cuando los búlgaros empiezan su migración de este a oeste, en la Península de los Pirineos, habitada desde la remota antigüedad, ya se habían instalado desde el sur los iberos: entre 2000 y 1500 a.C.. En el I milenio a.C. los celtas, etnia indoeuropea, irrumpieron en la península desde el norte y tras los conflictos iniciales con los iberos se mezclaron con ellos. Mejores soldados y armeros, los celtas impusieron la fuerza de su arte militar, y pronto enseñaron también a los iberos a aplicarlo. Semejante proceso se produce en el s. VII en los Balcanes. Los búlgaros, más fuertes como guerreros y como organización social, se alían con los eslavos que encuentran aquí y encabezan el Estado común que se creó, Bulgaria, para luchar contra la poderosa Bizancio. La prehistoria es la siguiente. Grandes oleadas eslavas empiezan a inundar las tierras bizantinas de los Balcanes desde fines del s. V. Los eslavos son más que los búlgaros que, de por sí numerosos, llegan aquí bastante más tarde. El Estado común que surge toma el nombre de Bulgaria y es dirigido por kanes búlgaros, pero en él se va imponiendo la lengua eslava. Sin embargo, el papel organizador en el nuevo Estado lo desempeñan los búlgaros. Ya antes del I milenio a.C., pueblos del Mediterráneo Oriental, de elevada cultura, fundan sus colonias en el territorio de la actual España. Los primeros son los fenicios: en el s. XI a.C. Los atraen sobre todo los ricos yacimientos de metales. Hacia mediados del milenio, los griegos ponen pie en la costa mediterránea española y también fundan sus ciudades. Son ellos quienes dan a la península el nombre de Iberia. Bajo la influencia de los fenicios y los griegos, entre los siglos VII y VI a. C. en Andalucía alcanza un alto grado de desarrollo social y cultural el Estado de los tartesios. Luego empieza la expansión de los cartagineses a las tierras españolas. Se desencadena una violenta pugna por la supremacía política, militar y comercial entre Cartago y Roma. Después de la Segunda Guerra Púnica (s. III a.C.) librada en parte en tierra española, se impone Roma. Ambas penínsulas extremas del sur de Europa fueron testigos de una prolongada resistencia de la población local contra los designios conquistadores del Imperio Romano. A mediados del s. II a.C., el caudillo lusitano Viriato libra una guerra de guerrillas contra los invasores que dura varios años. Con su heroica defensa de más de 10 años, la sitiada ciudad de Numancia se convierte en una pesadilla para las legiones romanas. Sus ciudadanos prefieren suicidarse e incendiar su ciudad antes que rendirse. Los generales romanos necesitan dos siglos – del 218 al 19 a. C. – para expulsar a los cartagineses y someter a los celtíberos en la tierra ibérica que Roma denominó Hispania. Casi tanto tiempo y casi en el mismo período, los tracios pelearon contra las tropas romanas en la Península Balcánica. Con el establecimiento del poder de Roma, la población de ambas penínsulas se romaniza; la de la Balcánica en menor grado. Se produce un auge de la economía, el comercio y la cultura, se construyen caminos, templos, teatros, acueductos. España da a Roma emperadores como Trajano y Adriano, literatos como Marcial y Lucano, filósofos como Séneca. Hoy disfrutan de fama mundial el Teatro Romano de Mérida, el Puente de Alcántara, el Acueducto de Segovia. Si bien cuenta con menor popularidad internacional, la Bulgaria de hoy también tiene qué enseñar de la época de la dominación romana. Bastaría mencionar el Teatro Romano de Plóvdiv y las Termas Romanas de Varna. Los tracios sufrieron enormes pérdidas humanas y materiales en la lucha de Roma contra los bárbaros que invadían el Imperio en oleadas desde el este. Historiadores búlgaros han contado 54 etnias que atacaron y devastaron las actuales tierras búlgaras entre los siglos III y V y destruyeron la civilización romano-tracia.


[редактиране] EL CAMINO DE SANTIAGO, CORDÓN UMBILICAL ENTRE ESPAÑA Y EUROPA

“Oh muy digno y muy santo apóstol, dorada cabeza refulgente de Hispania, sé nuestro protector y natural patrono…” Beato de Liébana, monje asturiano (s. VIII)

A principios de Nuestra Era, tanto en la Península de los Pirineos como en la de los Balcanes empieza a penetrar el cristianismo. Se cree que en España predicaron dos de los discípulos de Jesucristo: los apóstoles San Pablo y San Jacobo el Mayor, en castellano Santiago. Según la Iglesia cristiana, el sepulcro del segundo se encuentra en la catedral de Santiago de Compostela, en el noroeste de España. Este magnífico templo se convierte en gran centro de atracción para los cristianos en la Edad Media. Desde el s. XI allí acuden en peregrinación miles de devotos: tradición conservada hasta hoy. Llegaban de diversos confines de Europa y atravesaban todo el norte de España. Esta comunicación de la península con el resto del continente mediante el Camino de Santiago, cordón umbilical entre España y Europa, resultó muy fructífera en ambas direcciones. Contribuyó a europeizar a España y a mancomunar a los cristianos en las tierras ibéricas. Por este camino, los peregrinos de Europa llevaron a España el estilo románico en la arquitectura, los cantares de gesta, la lírica de los trovadores. Esto dio un impulso al desarrollo de la literatura y cultura española. Siempre por este camino, pero en dirección contraria, los logros materiales y culturales españoles y árabes partían rumbo al resto de Europa. No es casual que san Jacobo, Santiago, sea el patrono de España.


[редактиране] UN OBISPO DE CÓRDOBA LLEGA A SÉRDICA, LA SOFÍA DE HOY

Existe un episodio de la lucha por la afirmación del cristianismo en los límites del Imperio Romano que tiende un puente provisional entre España y Bulgaria. Está vinculado con uno de los primeros prelados supremos del cristianismo aún no consolidado oficialmente. Era Osio, obispo de Córdoba, y luchó ferozmente contra los partidarios de la herejía arriana. Uno de los puntos culminantes de este combate religioso es el gran concilio cristiano convocado en 343 en Sérdica. Es el nombre romano de entonces, y antes tracio, de la actual capital búlgara Sofía. Osio presidió el concilio que se celebró casi siglo y medio antes de que el Imperio Romano se derrumbara bajo las acometidas de los bárbaros. Y poco después de que el emperador Constantino el Grande fundara la Segunda Roma, la ciudad que llevó su nombre a orillas del Bósforo, y reconociera oficialmente el cristianismo como igual en derechos que las demás religiones en su imperio. En alguna parte aquí, en el centro de la Sofía de hoy, resonó la áspera voz del representante del emperador y obispo de Córdoba Osio, de 90 años, que había proclamado el lema sagrado para todo español: “Credo in unum Deum, Patrem omnipotentem…” El emperador Constantino el Grande nació en la ciudad de Naissus, la actual ciudad serbia de Nish, nada lejana del territorio de Bulgaria y en el pasado muy a menudo dentro de este territorio. En un principio, incluso tenía pensado establecer su capital en Sérdica, hoy Sofía. Y antes, a principios del s. II, otro emperador romano, Trajano, nacido en la ciudad de Itálica, cerca de la actual bella ciudad española de Sevilla, atravesó con sus legiones el territorio de Bulgaria, entonces provincia romana, para someter al pueblo tracio de los dacios al norte del Danubio, en la actual Rumanía. Tanto al norte como al sur del gran río, en las tierras de la actual Bulgaria, se fundan varios poblados de veteranos de las campañas militares romanas. No pocos de ellos son paisanos del emperador Trajano de España, entonces también provincia romana. Resulta que ya en aquellos años había españoles veraneando en Bulgaria atraídos por su hermosa naturaleza, el clima saludable y sobre todo por la abundancia de fuentes termales curativas. Del agua mineral de Sofía debió beber también el propio Osio, obispo de Córdoba, para cobrar fuerzas para la disputa con los arrianos. Y de aquella época romana quedó el nombre Puerta o Paso de Trajano a unos 60 kms de Sofía. Pasaba por allí un viejo camino romano que llevaba el nombre del emperador Trajano nacido en España. La actual ciudad búlgara de Stara Zagora se llamó por un tiempo Augusta Trajana.


[редактиране] LOS BÚLGAROS, EN EUROPA

Hemos de buscar el comienzo de la presencia búlgara en Europa medio siglo después de las marchas de Trajano por los Balcanes. Se fecha hacia el año 165 d. C. y se calcula a base de los anales más antiguos de la tradición estatal búlgara: la llamada Nómina de los Kanes Búlgaros. Su original fue escrito tal vez en el s. VIII. Según él, debemos aceptar el año indicado como el de la creación del primer Estado búlgaro en Europa y más exactamente en la zona entre el Cáucaso y la península de Crimea en el Mar Negro. El documento señala como primer soberano de este Estado a un kan del linaje dinástico de los Dulo. Es del mismo linaje el kan Kubrat (632-665), el soberano de la Antigua Gran Bulgaria, según la llamaban los cronistas bizantinos. Bajo su cetro, este Estado adquiere su mayor poderío hacia mediados del s. VII. El joven Kubrat se cría en el palacio imperial de Constantinopla donde recibe una educación de elevado nivel y se hace cristiano. Más tarde, siendo soberano búlgaro, mantiene excelentes relaciones con Bizancio. Ya en vida del kan, la Antigua Gran Bulgaria sufre los embates de los kázaros. Los búlgaros se ven obligados a conquistar nuevas tierras donde instalarse. Al nordeste surge la Bulgaria del Volga. Ésta rechaza a más de un agresor oriental, detiene a los mongoles en su invasión al oeste y sobrevive casi un milenio. Otros búlgaros llegan a Europa Central, otro grupo a Italia. Por su parte, el kan Asparuj (680-700), uno de los hijos de Kubrat, extiende el Estado de su padre al sur del Danubio. La victoria militar de Asparuj sobre el emperador Constantino IV Pogonato es reconocida por Bizancio en un tratado de 681 y éste es considerado el año en que nace la actual Bulgaria. Es el otro año emblemático, después del 165, en la historia de la tradición estatal búlgara en Europa. De modo que Bulgaria es el más antiguo de los estados europeos existentes actualmente que ha conservado desde el s. II hasta hoy el mismo nombre con que fue fundado.


[редактиране] LOS ESPAÑOLES Y LOS BÚLGAROS, BARRERA FRENTE A LA EXPANSIÓN ISLÁMICA EN EUROPA

“El mérito histórico de Bulgaria consiste en haber creado una barrera frente a los turcos en Europa. Bulgaria paga por ello un tributo de sangre, paga con su fe, con su libertad y con la decadencia de su cultura, brillante en aquella época.” Prof. Sante Gracciotti, Italia

En la Edad Media, con unos siglos de diferencia, los españoles y los búlgaros lucharon contra conquistadores musulmanes que se habían instalado por largo tiempo en sus tierras. Los españoles necesitaron casi ocho siglos para finalizar su Reconquista. Ésta se vio coronada en el memorable 1492 cuando los Reyes Católicos Isabel de Castilla y Fernando de Aragón tomaron Granada. Allí estaba la última plaza fuerte de los soberanos árabes que se apoderaron de casi toda la Península Ibérica a comienzos del s. VIII. En 1393, 99 años antes de que Isabel y Fernando entraran en Granada, en la capital medieval búlgara Veliko Tárnovo irrumpieron las tropas de los turcos osmanlíes u otomanos. En 1396 ellos se adueñaron de toda Bulgaria y se quedaron en sus tierras casi cinco siglos: hasta 1878. Hay similitudes y también diferencias entre las dos dominaciones musulmanas. En el s. V en gran parte de las tierras ibéricas se crea un reino visigodo. En el s. VIII, cuando los árabes irrumpen por Gibraltar, arrasan con el Estado de los visigodos y llegan hasta Francia, su desarrollo político-social es bastante parecido al que han alcanzado en este período los hispanos. A la vez, los invasores traen de Oriente e implantan una civilización de más altos logros materiales y espirituales. Ellos desarrollan in situ su cultura pragmática que, a través de y mediante las tierras españolas, penetra en toda la Europa Occidental y la impulsa hacia adelante preparando su Renacimiento. Después de sus iniciales acciones violentas como conquistadores, y también en algunos períodos posteriores (como el del cruel caudillo Almanzor a fines del s. X), los forasteros garantizan los derechos de los vencidos y permiten gran tolerancia étnica y no poca religiosa en las tierras que someten. Pocos fueron los españoles que lloraron la muerte del reino visigodo. Los árabes aliviaron la presión fiscal con lo que se ganaron a los campesinos. Establecieron un impuesto especial para quienes no profesaban el islamismo pero respetaron sus religiones. A diferencia de los árabes en España, los otomanos traen a Bulgaria estructuras sociales y cultura de un nivel muy inferior al del pueblo vencido. Destruyen los logros que encuentran aquí y someten a la población local a la ruina étnica y a la opresión política, espiritual y religiosa. En Bulgaria, los vencedores exterminan físicamente a la aristocracia cristiana, aniquilan o expulsan a la elite eclesiástica ortodoxa y dejan a los vencidos sin guías políticos y espirituales. Los nuevos amos decretan también nuevos, durísimos impuestos a los búlgaros a quienes llamaron rayá, o sea rebaño. En España, cuando no están en guerra, y los años de paz son muchos, árabes y cristianos intercambian mercancías, conocimientos e ideas. En la España árabe traducen a Aristóteles y a San Isodoro de Sevilla. En el monasterio cristiano de Ripoll, en Cataluña, se traducen al latín muchas obras árabes. En la celebre escuela de traductores de Toledo dirigida por el rey castellano Alfonso X el Sabio trabajan juntos cristianos, musulmanes y judíos. Ellos presentan en castellano el Corán y varias otras obras musulmanas. En las poblaciones búlgaras, los conquistadores otomanos o bien destruyen las iglesias, en particular las grandes, o bien las convierten en mezquitas. Y presionan a una parte de la población local de forma violenta para que acepte el Islam. A menudo a sangre y fuego, lo cual en este caso no es una metáfora, ni mucho menos. En la España árabe la islamización se realiza más bien por persuasión; en Bulgaria, por coacción y violencia. En la dominada Bulgaria los turcos no permiten que ninguna iglesia cristiana se eleve más de un piso encima del suelo. ¡Y nada de campanas ni procesiones! Cierto que tampoco eran permitidas campanas ni procesiones en la España tomada por los musulmanes y llamada por ellos Al-Andalus. Pero en su capital Córdoba está bien conservado un imponente templo. Por un tiempo, éste era mezquita musulmana y a la vez iglesia cristiana. Los creyentes de uno y otro culto oraban a pocos metros unos de otros, cada uno a su dios. Y si Dios es de veras único, sus oraciones llegaban juntas y simultáneamente a Él, en dos idiomas distintos. Para la Bulgaria bajo el poder otomano semejante armonía cristiano-islámica era impensable. Los emires y califas árabes atraen, galantean y aprovechan todo lo que pueden de las multifacéticas aptitudes de los cristianos en sus dominios españoles. Los gobernantes otomanos, por el contrario, discriminan y humillan totalmente a los búlgaros cristianos y los tratan con desprecio. Los osmanlíes llegan a Bulgaria en la segunda mitad del s. XIV con un sistema estatal seminómada, fanatizado a la islámica y militarizado también a la islámica. Bulgaria se ve sumida entonces en una situación parecida a la del Imperio Romano cuando fue conquistado por los bárbaros. Pero mientras que los bárbaros arrasan Roma y sobre sus ruinas crean nuevos Estados que se desarrollarán siguiendo un camino y modelo europeo, los turcos otomanos forman sobre las ruinas de Bulgaria y los demás Estados balcánicos sometidos un imperio que se desarrollará siguiendo un modelo asiático. Y ello, en el peor momento histórico posible para Bulgaria: cuando Europa Occidental y Central, incluida España, entran en su Renacimiento. Justamente entonces los otomanos van a desgajar el sometido país por largos siglos de ella, de Europa, a la que los búlgaros pertenecían y con la cual estaban dispuestos a compartir, en el plano espiritual y cultural, su camino renacentista. Es por eso que la Edad Media de Bulgaria continúa hasta el s. XVII y su Renacimiento se produce cuatro largos siglos después del de Europa Occidental y en particular del de España: tímidamente en la segunda mitad del s. XVIII y con más audacia apenas en el s. XIX. Todo ello brinda razones para denominar esta Conquista otomana subyugación. Sería difícil usar el mismo término para calificar el dominio árabe en las tierras españolas. Algunos investigadores búlgaros han calculado que en los cinco siglos de dominación otomana en Bulgaria fueron exterminados cerca de ocho millones de búlgaros: más de los que cuenta la actual población del país, y que 14 millones de niños búlgaros fueron arrebatados de sus padres para engrosar el temible cuerpo de jenízaros del ejército otomano. En las tierras españolas dominadas por los árabes no hubo jenízaros, las matanzas de cristianos tuvieron un carácter bastante esporádico e incluso la población aumentaba más rápido que en los reinos cristianos, no en último lugar por el nivel superior de la medicina y la sanidad en los dominios árabes. Existe otra diferencia sustancial. A fines del s. XIV, después de desangrar varios decenios a los destruidos Estados búlgaros, los invasores otomanos someten todas las tierras balcánicas pobladas por búlgaros. Como hinterland de Estambul, éstas permanecen bajo el poder de los sultanes 482 años, sin recibir una sola bocanada de libertad. A los búlgaros, privados de instituciones políticas propias, les cuesta enormemente luchar solos para liberarse. Sin embargo, a lo largo de casi cinco siglos, no dejan de rebelarse contra el dominio de su poderoso amo el Imperio Otomano. Al sur de los Pirineos, la conquista musulmana nunca se extiende a todas las tierras cristianas. Y sólo unos diez años después de la invasión de 711, empiezan a liberarse rápidamente del dominio árabe grandes fragmentos de territorios cristianos y a crearse reinos independientes. Ellos y sus instituciones libres asumen el papel de unificador de los cristianos españoles en su gesta para rechazar el poder musulmán. En 722, Pelayo derrota a los invasores en Covadonga y crea el reino cristiano de Asturias. Con el tiempo, el proceso de la Reconquista se extiende a León, Navarra, Castilla, Aragón, Cataluña. La victoria de las fuerzas cristianas unidas en Navas de Tolosa, de 1212, da un nuevo impulso a la Reconquista. Durante más de dos siglos, los últimos salpicones del poderío musulmán en España se reducen al Reino de Granada, de un territorio modesto. El resto de la península está en manos cristianas. Sí, hay diferencias. Pero ello no impide apreciar dignamente los méritos tanto de los búlgaros como de los españoles en la lucha contra la expansión del islam en Europa, en defensa del cristianismo: la religión tradicional del Viejo continente.


[редактиране] LOS BÚLGAROS Y LA OBRA DE SAN CIRILO Y SAN METODIO

“Bulgaria, salvando la obra de Cirilo y Metodio, ha merecido el reconocimiento y el respeto no sólo de los pueblos eslavos sino también de otros pueblos del mundo, y ello será así mientras la humanidad concede un contenido verdadero a las palabras progreso, cultura y humanitarismo” Prof. Roger Bernard, Francia

La primera mención de la Península Ibérica en la literatura antigua búlgara figura en la primera enciclopedia búlgara, “Hexamerón”, del Exarca Yoán. Este insigne escritor medieval búlgaro se parece bastante, en cuanto a obras y creación, a su famoso antecesor español y visigodo San Isidoro, obispo de Sevilla del s. VI-VII, quien escribió en latín un patriótico encomio de su tierra: “Oh, España, eres la más hermosa de las tierras que se extienden del Occidente a la India; tierra bendita y madre siempre feliz de príncipes y de pueblos. Tú, honor y ornamento del mundo, la porción más ilustre de la Tierra.” El Exarca Yoán escribió en la vieja capital búlgara Pliska y en la nueva, Preslav, a comienzos del s. X. Ésta es la época del rey Simeón el Grande (893-927): estadista, literato, artífice del Siglo de Oro del Primer Imperio Búlgaro. Es así como algunos científicos denominan el reino del zar Simeón y el de su padre el príncipe Borís I (852-889). En 864 Borís introdujo el cristianismo como religión oficial de Bulgaria. En el inmenso territorio de su Estado vivían muchos cristianos, pero gran parte de la población era pagana. Había paganos entre los tres principales elementos étnicos del país: los búlgaros, los eslavos y los tracios, todos con su dios o dioses. Había musulmanes y hasta budistas. Todos ellos fueron obligados por el príncipe a adoptar el cristianismo como religión única, y las leyes cristianas, como válidas para toda la población. Esta medida condujo a que la población del país se hiciera homogénea. (En la España visigoda, la legislación de visigodos e hispanorromanos se unifica en el VIII Concilio de Toledo, de 653: más de medio siglo después de que, en 589, el catolicismo queda aceptado como religión oficial.) Además, Bulgaria adquiere gran prestigio internacional en Europa, en la cual la mayoría de los Estados eran cristianos. Al cabo de largos años de luchas entre Roma y Constantinopla por el poder administrativo sobre la recién creada Iglesia Búlgara, se impone el clero bizantino, por la promesa que el Patriarca de Constantinopla hizo al príncipe Borís de que el Arzobispado Búlgaro sería autocéfalo. 57 años más tarde, éste se proclamó completamente independiente, con rango de patriarcado. En 887 el príncipe Borís I adopta otra sabia decisión gubernamental: introduce el alfabeto eslavo o búlgaro antiguo, creado por los santos hermanos Cirilo y Metodio, como escritura oficial del Estado. Con esta escritura traída a Bulgaria y perfeccionada aquí por los discípulos de los dos civilizadores, se traduce la Biblia y se escriben obras eclesiásticas y laicas. Bulgaria se convierte en el primer país de la Europa cristiana en adoptar como idioma oficial la lengua hablada por todos sus habitantes y en conocer el Verbo Divino y dirigirse a Dios en esta lengua autóctona. En la Europa de entonces sabía leer y escribir un 2 ó 3% de la población. Según estudiosos búlgaros, en la Bulgaria de entonces, más de la mitad. Poco después, misioneros búlgaros llevarán los libros sacros y laicos escritos en Bulgaria en el alfabeto antiguo búlgaro, a otros países eslavos en que se hablaba una lengua muy similar. Así pues, Bulgaria desempeñaría un papel sustancial para la cristianización de gran parte de los eslavos: de los rusos, los ucranianos, los serbios, o sea de casi la mitad de la población de la Europa de entonces. Hoy escriben con este alfabeto más de 200 millones de personas. Primero en Bulgaria y luego en esos países se crea una copiosa producción literaria y cultural. Sin esta obra búlgara, que con razón se puede calificar de histórica, hoy en día los eslavos orientales y meridionales hablarían y escribirían en griego, y con toda probabilidad habrían perdido totalmente su identidad como pueblos y habrían resultado asimilados espiritualmente. ¡Y es que la moderna Europa unida es un conjunto y diversidad de pueblos, cada cual con su idioma y tradiciones y con su aportación al patrimonio cultural común del continente! Tomando el cristianismo de Bizancio, y no de Roma como lo hizo Europa Occidental, y adoptando un alfabeto en su lengua hablada, distinto tanto del griego como del latín, Bulgaria en aquel entonces se alejó de Europa Occidental y, desde luego, de España. Sin embargo, se conservó como pueblo que hoy se acerca rápido a la Europa en proceso de unificación. Y, desde luego, a España. Además, ayudó a otros eslavos a conservarse como nacionalidades que hoy también se acercan a España y a los demás países euroccidentales. Hace años, el culturólogo japonés Prof. Shigueoshi Matsumae declaró: “La cultura medieval búlgara es una de las siete civilizaciones en la historia de la Humanidad que han desempeñado un responsable papel de mediación por su misión de eslabón de conjunción entre el Oriente y el Occidente.” Su colega español el Prof. Pedro Bádenas añadía: “Hoy, once siglos después de que Cirilo y Metodio partieran para su misión, vemos que la semilla que plantaron con ciencia y tesón se ha convertido en un enriquecedor patrimonio de la humanidad.” No es casual que en 1979 el Papa Juan Pablo II declarase a los santos hermanos Cirilo y Metodio copatronos de Europa junto con el monje irlandés San Benito. Al frente de miles de monjes compatriotas suyos, el irlandés restableció las posiciones del cristianismo en Europa Occidental después de las invasiones de los bárbaros. Los dos hermanos y los miles de sus seguidores y mecenas búlgaros – sacerdotes y seglares - las establecieron, prácticamente, en la Europa Oriental eslava. Los búlgaros tienen una segunda fiesta nacional, el 24 de Mayo, día en que homenajean la memoria y la obra de San Cirilo y San Metodio, las letras creadas por ellos y la literatura escrita por los escritores búlgaros a través de los siglos. Tal vez ningún otro pueblo tenga semejante celebración en honor de su escritura. Quizá porque ningún otro pueblo conoce los nombres de los creadores de su alfabeto. “El 24 de mayo – enfatizaba en su discurso ese día de 2003 el Presidente de Bulgaria Gueorgui Parvánov – no es una fiesta administrativa sino una obra espontánea del pueblo búlgaro, un brillante ejemplo del resurgir de nuestra nación.” En su encuentro con los hispanistas búlgaros en la Universidad de Sofía durante su segunda visita de Estado a Bulgaria, en 2003, el Rey de España Don Juan Carlos I declaró: “La contribución de San Cirilo y San Metodio, patronos de Europa, y la del propio San Clemente de Ohrid, quien da nombre a esta prestigiosa institución, son un legítimo orgullo para el pueblo búlgaro.”


[редактиране] EN AL-ANDALUS, BÚLGAROS, TAL VEZ

“Hexamerón”, la primera enciclopedia de la cultura medieval en Europa escrita con caracteres cirílicos, está compuesta en la época en que en la lejana España reluce con su esplendor material y cultural la ciudad de Córdoba. La capital del califato de Abd al-Rahmán III y Al-Hakam II era entonces la ciudad más poblada y rica de Europa. En su Estado altamente desarrollado, llamado Al-Andalus, había eslavos arqueros, eslavos constructores, eslavos eunucos. Parte de ellos provenía de los Balcanes, incluso de las tierras de la Bulgaria de entonces, cuyo territorio era mucho más extenso que el actual. La mayoría de estas gentes búlgaras y balcánicas fue vendida en Al-Andalus como cautivos tomados prisioneros en invasiones de los Balcanes. Formaron pequeñas colonias en el este de España. Echaron raíces y dejaron descendencia en los reinos árabes de la Península Ibérica. De manera que participaron, aunque fuera como superestrato insignificante, en la formación étnica de la población de la España árabe de entonces, y por ende de la actual.


[редактиране] UN SOBERANO KÁZARO ESCRIBE A UN MINISTRO DE LA ESPAÑA ÁRABE SOBRE LOS BÚLGAROS

Uno de los ministros de exteriores y visires de Abd al-Rahmán III (s. X) fue el médico judío Hazdai ibn-Shafrut. A él le envió una extensa carta José Abén Arón, el soberano de los kázaros. En la segunda mitad del s. VII éstos, como dijimos, asestaron un duro golpe a la Vieja Gran Bulgaria gobernada por el kan Kubrat. Obligaron a su hijo el kan Asparuj a dirigirse al sudoeste para continuar la existencia de Bulgaria a orillas del Danubio, creando el futuro Reino de Bulgaria, la actual República de Bulgaria. Medio siglo después los kázaros adoptaron el judaísmo. ¿Qué supo de esta carta uno de los dignatarios más encumbrados del Califato de Córdoba? “En el país en que vivo ahora – le escribe el kagán kázaro – vivieron antes los búlgaros. Eran tan numerosos como la arena en el mar pero no pudieron resistir el ataque de nuestros antepasados kázaros. Dejaron su tierra (…) y hoy se han establecido al lado del río llamado Danubio y en proximidad de Constantinopla.” El ministro del Califato de Córdoba envió su respuesta que dos viajeros judíos, Saúl y José, lograron entregar, tras largas peripecias, al soberano kázaro, atravesando las actuales Hungría, Bulgaria y Ucrania. Entonces, cerca del año 960, en Bulgaria reinaba Petar. No es de descartar que estos emisarios del gran Estado Andalusí se encontraran en su viaje con representantes búlgaros y establecieran contactos entre los dos países.

[редактиране] UN VIAJERO DE LA ESPAÑA ÁRABE VISITA LA BULGARIA DEL VOLGA

Un viajero más de la España árabe: Abú Hamid al-Mazini, llamado el Granadino (Al-Garnati), pasa por Bulgaria, sólo que en el s. XII. No por la Bulgaria danubiana o balcánica: en aquel entonces ésta se encontraba bajo el poder bizantino. Sin embargo, existía otra Bulgaria, la del Volga. Fue creada en el s. VII durante la diáspora de los búlgaros después de la derrota que les infligieron los kázaros, y fue sometida y unida a Rusia por el zar Iván el Terrible en el s. XVI. La Bulgaria del Volga adopta el islamismo para recibir ayuda del Califato Árabe contra los kázaros. Con ello atrae el interés de muchos soberanos y viajeros del mundo árabe oriental. Por ello, fue visitada también por un representante de la España andalusí en dos ocasiones: en 1135 y en 1150. En sus notas de viaje, el granadino subraya lo instruidos que son los búlgaros del Volga. “Búlgaro – escribe – quiere decir un hombre erudito.” Por lo demás, le asombran las dimensiones de algunas cosas búlgaras y sobre todo de los peces. Abú Hamid El Granadino afirma que “en Bulgaria un pez pesaba lo que un hombre y hasta lo que un camello”.


[редактиране] BÚLGAROS EN LA FAMOSA CRÓNICA DE ALFONSO X EL SABIO

¿Y cuándo el gentilicio “búlgaro” se menciona por primera vez en fuentes escritas españolas? Descubrimos su primera aparición documentada en la famosa “Crónica General de España”. Esta primera historia de España escrita en castellano está compuesta en Toledo bajo la dirección del gran estadista y literato Alfonso X el Sabio (rey de Castilla y León de 1252 a 1284). Esto ocurre en la segunda mitad del s. XIII, poco después de la época en que en Veliko Tárnovo reina el sabio protector de la literatura y las artes Iván Asén II (1218-1241). En ella se comentan peripecias militares sufridas por una parte de los búlgaros en el s. V al norte del Danubio, cerca de los Cárpatos, en el tiempo en que en España reina el visigodo Eurico.


[редактиране] MARÍA, PRINCESA DE BULGARIA, Y ROGER DE FLOR

“Ella era una de las más hermosas e inteligentes doncellas del mundo” Ramón Muntaner Con peripecias militares están vinculados también los primeros contactos búlgaro-españoles documentados históricamente. Son de alto nivel y se producen medio siglo después de la época de Alfonso X el Sabio y de Iván Asén II. A inicios del s. XIV, el emperador bizantino Andrónico II Paleólogo acepta la ayuda de mercenarios catalano-aragoneses para repeler las incursiones turcas en las tierras del Imperio. Al frente de los cerca de 7000 combatientes llegados de la Península Ibérica en 1302 ó 1303 va Roger de Flor, noble aragonés por adopción. Para afianzar la alianza, éste pide y recibe la mano de María. Ella es hija de Irene, la hermana del emperador, y de un ex rey búlgaro, Iván Asén III, quien vivía exiliado en Constantinopla. O sea que María lleva en sus venas, por parte de padre, sangre aristocrática búlgara. En la corte bizantina la titulan oficialmente Princesa de Bulgaria. Para Ramón Muntaner, secretario de la tropa mercenaria ibérica, su padre es “el Emperador de Latzaura”: la Zagora. Cuando casa con Roger de Flor en 1302 ó 1303, la princesa María de Bulgaria es una joven de 15 ó 16 años. A los sucesos relacionados con ella de una u otra manera, están dedicadas cientos de páginas por autores catalanes y castellanos, contemporáneos de los acontecimientos y posteriores. Y, desde luego, por autores bizantinos. Ella es uno de los protagonistas de la célebre “Crónica” llevada por Ramón Muntaner. Éste queda fuertemente impresionado por María y la describe como “una de las más hermosas e inteligentes doncellas del mundo”. Un hecho curioso: más de cinco siglos después de haberse sumido en las tinieblas de la historia, MARÍA, princesa de Bulgaria, resucita como protagonista de una … ópera. Su estreno tuvo lugar en el mayor teatro madrileño, el Real, a principios de 1878, con ocasión de los esponsales del rey de España Alfonso XII. El autor de la música es el afamado compositor español Ruperto Chapí. El libreto es de Mariano Capdepón. En la ópera, la princesa María sacrifica su amor por el aristócrata búlgaro Basila (Voisil) con quien estaba prometida desde niña, y se casa con Roger de Flor porque es consciente de que de ese modo contribuye a la resistencia común contra los invasores turcos. “Almogávares”: así se llamaban los soldados de infantería, núcleo de los mercenarios catalano-aragoneses. Guerreros intrépidos e implacables, ellos rechazan a los turcos. Pero Miguel Paleólogo, heredero del trono bizantino y coemperador, consumido por la envidia a Roger de Flor, a causa de los honores que le fueron adjudicados, incita a sus aliados los alanos caucasianos, también mercenarios, a matar al aristócrata español. Mujer joven cuerda y prematuramente madura, buena conocedora de las intrigas en la corte constantinopolitana en la que se había criado, María suplica a su esposo que no vaya a Adrianópolis (hoy Edirne). Se ha enterado por sus propios canales palaciegos de que Miguel Paleólogo trama su asesinato allí. Pero Roger de Flor desoye sus consejos y muere apuñalado por la espada del cabecilla alano Girgón. Según algunos autores, el capitán de los mercenarios ibéricos va a Adrianópolis con la esperanza de preparar el terreno para derribar del trono búlgaro al zar Teodoro Svetoslav y poner en él a su suegro Iván Asén III quien vivía desterrado en Constantinopla. Investigadores búlgaros opinan que en 1303-1304 Iván Asén III ya había muerto. Sin embargo, algunos autores españoles sostienen que a la sazón reinaba en Bulgaria. En su novela “Bizancio” (1956) Ramón Sender dice que en el banquete en que se conocen María y Roger, el emperador habla de su “fraternal amigo y yerno el kan de Bulgaria, su cuñado Azán, gran cazador de volatería que reina en Sofía y tiene los mejores jerifaltes de Levante”. Según otras fuentes, se trabajaba en el proyecto de hacer rey de Bulgaria no al padre sino al hermano mayor de María. En otras versiones, por ejemplo en la del general y diplomático Francisco de Moncada, de 1623, el cuñado de Roger ya reinaba en Bulgaria pero en una de ésas un tío suyo se rebeló contra él y se adueñó de una parte de su Estado. Por lo cual Andrónico llamó a los catalanes a acudir en ayuda del cuñado en cuestión y poner orden también en Bulgaria. Pero en realidad esto no era más que una maniobra engañosa del emperador para distraer a los ibéricos de una injerencia más enérgica en asuntos más bizantinos. Según decíamos, en 1305 Roger de Flor se encamina rumbo a Adrianópolis y a su muerte. Menos mal que antes envía a su embarazada esposa a Constantinopla. Allí María de Bulgaria tiene un hijo. Con toda probabilidad, después de la muerte de Roger, el pequeño Rogeró (o Rogerón) sale con su madre para España. Su lugar no está en la corte bizantina, en la guarida de los lobos que encargaron el asesinato de su padre y mataron, según algunos, a miles de catalanes. Ramón Muntaner escribe que cuando empezó su “Crónica” en Cataluña en 1325, Rogeró estaba vivito y coleando. Por entonces debía ser un joven de 20 años. ¿De qué linaje greco-hispano-búlgaro fue progenitor en Barcelona o en las ciudades vecinas? Es muy probable que hoy, bajo el sol de Cataluña, viva más de una familia que no sepa que en sus venas corren, entre otras, gotas de sangre búlgara: por aquella remota antepasada María, princesa de Bulgaria.


[редактиране] LA VENGANZA CATALANA

Asesinado Roger de Flor en Adrianópolis, comienza una infinita y sangrienta serie de matanzas en masas de catalanes por tropas bizantinas y, a modo de venganza, de matanzas catalanas en masas de bizantinos y sus aliados en todo Bizancio. Destacamentos de supervivientes ibéricos arrasan Tracia, entonces ora bizantina, ora búlgara, más tarde otomana, y luego repartida entre Bulgaria, Grecia y Turquía, de manera que la memoria genérica de la población de esas tierras trasladadas de Estado a Estado guarda todavía el recuerdo de la terrible “venganza catalana” de hace siete siglos. Y hasta hace una o dos generaciones, las ancianas de Bulgaria del Sur aún injuriaban a sus maridos borrachos y sus burros tozudos con la maldición “¡Ojalá te alcance un catalán!” Al año siguiente, 1306, los almogávares se lanzan a vengarse de los asesinos materiales de su adalid: los alanos que han huido al norte, cerca de la frontera búlgara. La batalla se produce en un hermoso valle en alguna parte a las faldas de Hemus (la Cordillera de los Balcanes). Según los cronistas griegos, por allí pasaba entonces la frontera de Bizancio con Bulgaria. Muntaner y otros españoles precisan que el combate tuvo lugar en las tierras del “Imperio de Landzaura”, o sea La Zágora o Bulgaria. Allí los españoles alcanzan a los alanos y matan a casi todos. Consiguen alcanzarlos a tiempo, subraya más tarde el general Moncada, porque no tenían la menor gana de permanecer mucho tiempo en territorio extranjero y tener que combatir también contra los fuertes búlgaros. Uno de los capitanes de los catalanes es Bernat de Rocafort. Sus victorias, afirman algunas fuentes, impresionan tanto a los búlgaros que el propio zar Teodor Svetoslav le ofrece alianza y la mano de su hermana. Rocafort consiente pero no hay información de que las negociaciones hayan seguido. En cualquier caso, no se formaliza una alianza búlgaro-aragonesa. Y no se llega a una nueva boda catalano-búlgara de alto nivel. Para su época hubiera sido un récord. Tanto más que un poco más tarde hubo otro matrimonio entre un oficial aragonés de alto rango y una aristócrata búlgaro-bizantina. En 1308, Ferrán d΄Aunes abandona a sus compañeros, se radica en Constantinopla y allí se casa con Teodora, hermana de María. Los almogávares devastan incluso algunos monasterios del Santo Monte Atos habitados, entre otros, por monjes búlgaros. Los frailes se dirigen al rey aragonés Jaume II en busca de socorro. El soberano ordena a sus súbditos a parar en seco sus incursiones a los santuarios cristianos, aunque ortodoxos, e incluso pone uno de estos monasterios bajo su amparo personal. Los anales de la época callan en cuanto a los resultados de tan augusta protección.

[редактиране] PARTE DE “LAS TRES CADENAS DE ESCLAVOS•BÚLGAROS” LLEGA A BARCELONA

No callan otros documentos. Desde comienzos de ese mismo siglo XIV y a lo largo de casi dos centurias, en los mismos dominios de la Corona de Aragón cuyo centro era Barcelona, los notarios registran cientos de compraventas de esclavas y esclavos búlgaros. En la época de la conquista otomana de Bulgaria, época que ha quedado trágicamente en el folclor búlgaro como el período de “las tres cadenas de esclavos”, miles de búlgaros fueron vendidos por los turcos en los emporios del Mediterráneo. Cientos de ellos fueron comprados a través de intermediarios por mercaderes, armadores, juristas, artesanos, sacerdotes, cirujanos y otros vecinos de Barcelona, la gran puerta de España hacia Europa. Y de sus villas aledañas en Cataluña: Girona, Manresa, Igualada etc. Después de la gran epidemia de peste en España en 1347/8, la mano de obra se redujo bruscamente. Y es que los burgueses catalanes se hicieron ricos y podían comprarse esclavas, principalmente para trabajar como sirvientas. Los hombres eran menos demandados: a menudo escapaban de sus amos en la primera ocasión que se les presentaba. Se ha descubierto sólo una veintena de documentos de hombres búlgaros comprados, la mayoría a mediados del s. XIV. El primer esclavo búlgaro que aparece en los archivos es Dimítar, de 22 años. Fue vendido en 1388 a un armador barcelonés por 44 libras. La primera esclava búlgara desembarcada en el puerto barcelonés es Cursa, de sólo 8 años, comprada en 1385 por un mercader local por 27 libras y 10 sueldos. Luego, el flujo de esclavos y esclavas búlgaros arrecia. Según todos los estudios, el grupo más numeroso de esclavos de los países balcánicos que llegó a los confines catalanes era, sin duda, el búlgaro.


[редактиране] “LA HEREJÍA BÚLGARA” LLEGA CASI A ESPAÑA

En la mayoría de las actas los esclavos y las esclavas son llamados búlgaros pero en algunas los encontramos como bugros o patarines: еl nombre que en aquel entonces se daba en Europa Occidental a los partidarios del bogomilismo. Ésta era “la herejía búlgara” que se enfrentó en la Edad Media a la ideología oficial cristiano-feudal, se opuso a la desigualdad social y al amontonamiento de riquezas por los aristócratas y el alto clero. Según los bogomiles, Dios creó el mundo espiritual, invisible, bueno, mientras que el terrenal, el material, es creación del Diablo y por eso es tan malo. Esta “herejía búlgara” llegó a los propios Pirineos, después de haber pasado por Italia y Francia. En ambos países los bogomiles búlgaros alimentaron la doctrina dualista de los revoltosos cátaros y albigenses. Del estrecho vínculo entre los bogomiles y los cátaros y del origen búlgaro de las herejías dualistas en Europa Occidental que amenazaron saltarse la barrera de los Pirineos y pasar a España, hay incluso algunos testimonios españoles. Así, Durand de Huesca, conocido predicador aragonés, enemigo implacable de los dualistas, señala en un libro de 1228 que en su época los cátaros franceses e italianos estaban divididos en tres grupos subordinados respectivamente a cofradías heréticas griegas, búlgaras y dragovetas, o sea, otra vez búlgaras. En el idioma español está registrada en forma escrita ya en 1526 la palabra “bujarrón”, si bien no la van a encontrar en casi ningún diccionario. Significa sodomita (véase el prestigioso Breve diccionario etimológico del castellano de Joan Corominas, tercera edición de 1973). Llegó más tarde a través del océano hasta Cuba como “bugarrón”. Allí se usa hasta hoy día con el significado de homosexual activo, y más libremente, también como sinónimo de macho que se mantiene de sexo. Corominas explica: “Derivado del bajo latín BULGARUS, nombre de los búlgaros empleado como insulto por tratarse de herejes, pertenecientes a la Iglesia ortodoxa griega; entró en castellano por conducto de otra lengua romance, probablemente el francés antiguo, s. XV.” He aquí otra prestigiosa prueba de carácter lingüístico-sexológico de los lazos entre los “depravados” – según los españoles – bogomiles búlgaros y los “depravados” – según los españoles – albigenses franceses que llegaron a las propias fronteras de España. O sea que esos búlgaros no son sólo cismáticos, no sólo escriben con letras ininteligibles sino que son herejes, y encima tienen inclinaciones sexuales perversas. ¡Olvido y anatema para ellos! En interés de la verdad hay que subrayar que el rencor era recíproco. En la literatura antigua búlgara existe más de un escrito en que los pueblos de Europa Occidental, los pueblos católicos, son designados con el común gentilicio “latinos” o “francos” y son presentados como gente de mal genio con una conducta y actitud negativas a priori para con los cristianos ortodoxos. Como frutos del mismo árbol común de los latinos son tenidos los españoles, sobre todo los catalanes, en especial después de los sangrientos desmanes de los almogávares en tierras búlgaras y vecinas a comienzos del s. XIV.


[редактиране] MÁS SOBRE LOS ESCLAVOS BÚLGAROS EN ESPAÑA

Para quedar en los dominios de la Corona de Aragón, los esclavos y esclavas búlgaros debían adoptar forzosamente la religión católica y un nombre local. Una de las primeras se llamaba también María y también tenía 15 años, como la princesa de comienzos de ese mismo siglo. Hay varias Marías más: de 30, de 25, de 15, de 14 y hasta de 12 años. Hay una Yagoda, de 16 años, una Malicha, de 18, Erma, Yana, Stana, Lena, Kali, Mara, Koina… Agneta: 9 años. ¡Esclava de nueve años! Una niña anónima de 9 años. Una anónima madre de 40 años con una hija de 15. Luego, ellas se convirtieron en Margaritas, Caterinas, Constanzas, Simonas. Perdieron su fe y sus nombres después de haber perdido su tierra natal, sus raíces y sus familiares. Pero, a diferencia de muchos de sus compatriotas, no perdieron la vida. En Cataluña tenían al menos un techo encima y pan: hasta su muerte en esa tierra en el otro extremo de Europa. Incluso podían emanciparse, si bien trabajando muy duramente. Y mientras reunían el dinero para verse libres, no podían abandonar los dominios de la Corona de Aragón ni casarse sin la autorización de sus amos. Hubo casos en que las esclavas búlgaras no eran revendidas sino tan sólo cedidas en usufructo provisional a otro amo. Sin embargo, hay que enfatizar que a algunas, y no pocas, sus dueños y dueñas catalanes devolvieron el estatuto de seres humanos libres. En más de un documento notarial guardado en los archivos de Barcelona se otorga la libertad a búlgaras compradas. Incluso en algunos casos las antiguas esclavas se quedaban con sus amos como sirvientas, ya con salario y con la vejez asegurada. Así ocurrió por ejemplo con Arguis o Arguira, rebautizada como Caterina, que fue liberada en 1398 con un documento oficial por el sacerdote Joan Ferrer de Igualada. El mismo año, dos meses después de ser liberada, la búlgara ingresó como ayudanta en casa de Sibilia, probablemente la madre del cura. En 1417 el noble Gabriel de Villafranca de la villa de Santas Creus hizo un testamento en que liberaba a su esclava búlgara Simona. En el documento, no escatimaba elogios a la mujer y por su servicio irreprochable a él y a su familia, incluso le dejó toda una casa y una renta de 10 libras barcelonesas. La renta no era tan abultada para su tiempo pero tenía otro sentido, simbólico, significada dignidad. Mas la historia no acaba aquí. La mujer pidió quedarse a trabajar como sirvienta con los Villafranca, ya con sueldo. Por el bien que se le hizo ella pagó, ya como persona libre, con igual laboriosidad y honradez. 22 años más tarde, en 1439, en su propio testamento, Luis de Villafranca, el heredero del primer testador, vuelve a pronunciarse en términos muy halagüeños sobre la búlgara e insiste en reiterar la libertad que le había otorgado su padre. Por lo visto, las búlgaras se habían ganado la fama de trabajadoras celosas, modestas y honradas en las casas de los burgueses catalanes. El precio más elevado abonado en la ciudad por un esclavo o esclava durante dos largos siglos: de 1302 a 1502, fue pagado para una búlgara, en 1424: 90 libras barcelonesas. El precio medio era de 30-40 libras.


[редактиране] CABALLEROS Y MERCENARIOS ESPAÑOLES EN LAS TIERRAS BÚLGARAS

Unas pocas gotas de sangre española se derramaron tal vez en tierra búlgara en la Cruzada de 1396 dirigida por el rey húngaro Segismundo. Algunos caballeros españoles llegaron a Buda para participar en la campaña de la católica Europa Central y Occidental contra el sultán otomano Bayaceto I. Éste ya se había adueñado de Veliko Tárnovo, la capital del reino búlgaro. Después de alcanzar ciertos éxitos en Bulgaria del Norte, la cruzada fracasa. Se apaga la primera esperanza de los búlgaros de rechazar el poder otomano con ayuda católica. En las cruzadas siguientes no hay caballeros de España. Los españoles terminan su propia Reconquista. Unos cuantos mercenarios catalanes aparecen tres decenios antes en la campaña búlgara de “El Conde Verde” Amadeo de Saboya. Éste acude a socorrer a Bizancio contra los turcos en 1366. Pero en aquel período Bulgaria está muy reñida con Bizancio y hasta ha capturado a su emperador, y encima, para su desgracia, se ha aliado provisionalmente con los osmanlíes para luchar contra Constantinopla. Pues los mercenarios catalanes ayudan a Amadeo a tomar algunos puertos búlgaros en el Mar Negro y a destruir algunas naves turcas en la bahía de Burgás.


[редактиране] DOS IMPERIOS ENFRENTADOS EN EL MEDITERRÁNEO

Aplicando hábilmente la táctica de la antigua Roma de “Divide y vencerás”, los otomanos se apoderan de toda Bulgaria a fines del s. XIV. Tomando Constantinopla medio siglo más tarde, ellos continúan su expansión hacia el corazón de Europa. Otro medio siglo más tarde, o sea a comienzos del XVI, los turcos alcanzan combatiendo las tierras centroeuropeas. No lejos de éstas se encuentran los dominios del emperador de Alemania Carlos V, quien es también Carlos I, rey de España. Los otomanos amenazan por tierra y por mar también el Mediterráneo Occidental donde España pretende la primacía. Y comienza una larga lucha entre los dos Imperios, sobre todo por mar. Hacia ambas superpotencias gravitan aliados y mercenarios extranjeros. El mayor combate naval entre las dos enormes armadas: la de Turquía y las de España, Venecia, Génova etc. que se han unido en una Santa Liga, se libra en 1571. Las flotas se enfrentan cerca de la ciudad griega de Lepanto, en el Golfo de Corinto. Los cristianos están al mando del noble español Don Juan de Austria, hijo de Carlos I y hermanastro del rey Felipe II. Derrotan a los musulmanes y detienen provisionalmente sus incursiones marítimas al Oeste. Pero hubiera sido difícil que la Santa Liga cantara victoria si no pelearan a bordo de sus navíos varios miles de combatientes que habían emigrado a Occidente desde los países balcánicos subyugados por la Media Luna: Bulgaria, Grecia y Serbia. Considerando la importancia de su participación, antes del comienzo de la batalla los almirantes católicos permitieron a sacerdotes ortodoxos subir a bordo de los barcos para el juramento de estos marinos. En este momento, todas las naves católicas arrían sus banderas е izan en sus mástiles enormes estandartes rojos con una cruz blanca pancristiana. Así, ésta es la primera vez en la historia en que los católicos de España, Venecia y los otros reinos occidentales y los ortodoxos de Bulgaria y otros pueblos balcánicos entran en combate por una causa común bajo una bandera común. Mercenarios en la dimensión económica de su participación, voluntarios en su contexto político, estos anónimos héroes ortodoxos se encontraron, según algunos autores, entre los remeros más esforzados, entre los más intrépidos en el abordaje, entre los más abnegados en la lucha pelea cuerpo a cuerpo. No sería extraño que en la batalla de Lepanto fuera justamente algún búlgaro el que salvara la vida a un español de 24 años llamado Miguel a quien una bala turca inutilizó para siempre el brazo izquierdo. Es posible que fuera precisamente un búlgaro el que echara atrás a los tiradores del sultán que arremetían para rematar al español. Y así, a Miguel le quedó al menos la mano derecha con la que tiempo después iba a escribir una gran novela de un hidalgo sabio y humano en su locura…


[редактиране] UN ESPAÑOL SE ENCUENTRA CON MONJES BÚLGAROS EN HILENDAR

Pero después de Lepanto la “Guerra Santa” entre los dos imperios no cesa. Piratas turcos capturan a este mismo Miguel y lo llevan como esclavo a Argel. Mientras, un compatriota y hermano de pluma de éste es conducido como esclavo a Estambul. Su nombre es Cristóbal de Villalón. Al menos bajo este nombre se publica en 1588 en Valladolid la primera edición del libro “Viaje de Turquía”. Aún se discute si Villalón es autor de la obra y si ésta tiene carácter autobiográfico. Sea como fuere, su protagonista Pedro de Urdemalas escapa de Estambul, llega a duras penas al Santo Monte Atos, hoy en Grecia, y visita a los monjes búlgaros del Monasterio de Hilendar. Los frailes le invitan a probar su cena monástica búlgara de gala: “queso molido que meten en cueros y sécase allí; olla de unas como arvejas que llaman “fasoles”, y aceitunas como las pasadas, y a casco y medio de cebolla. El pan era algo durillo pero no malo.” El español subraya el espíritu democrático en las relaciones entre los miembros de la cofradía monástica en Hilandar y su extraordinaria laboriosidad. “Cada mañana, en amaneciendo, veinte frailes salen por aquí con sus azadas a cavar las viñas, otros tantos por acullá, con las yugadas; por la otra parte, otros tantos, con sus hachas, al monte a cortar leña o madera; cincuenta otros están haciendo aquel cuarto de casa, enyesando, labrando tablas. Maestros hay de hacer barcas y navíos pequeños; otros van con sus remos a pescar para la casa; otros, a guardar ovejas; los de oficios mecánicos quedan en casa, como zapateros, sastres y calceteros, herreros; de tal manera que si no es el prior y el que ha de decir la misa, y algún impedido, no queda, hasta una hora antes que el Sol se ponga, hombre en casa”, cuenta el español. Hasta a él le invitaron a desentumecerse en los viñedos o en los olivares. “Lo que seis obreros cavarán en un día, ellos largamente lo hacen cuatro. ¿Qué pensáis? Antes que fuesen frailes no eran más de eso tampoco: ellos, al parecer, tienen vida con que se pueden bien salvar, y no piden a nadie nada ni son importunos.” Dos siglos antes de que el monje búlgaro Paisi escribiese en su celda en el mismo Monasterio de Hilеndar su “Historia Eslavobúlgara”, primera antorcha del Renacimiento búlgaro, he aquí los antecesores en sotana de sus “labradores, cavadores y sencillos artesanos” que rescataron y mantuvieron vivo el pabilo del espíritu nacional. El humanista español Villalón – o el autor del libro, o al menos su protagonista - halló una ocupación muy adecuada para los búlgaros que encontró en Hilendar: “Si en nuestras fronteras de moros hubiesen monasterios desa manera, no se deserviría Dios ni el rey; porque a Dios le defenderían su fe y le servirían, y al rey su reino. Creo que irían de tan buena voluntad la mayor parte dellos con el ejército como a ganar los perdones de más indulgencias que la Cruzada concede, y aun que cortase tanto la espada de algunos como las de los soldados. Que Dios me castigue si no es así.” Dios no habría tenido ninguna razón para castigarle. Muchos sacerdotes búlgaros, tanto ortodoxos como católicos, participan en la época de Villalón y en los siglos siguientes en todos los levantamientos búlgaros contra la dominación otomana.


[редактиране] UN HISTORIÓGRAFO SEVILLANO DEL SIGLO XVI ESCRIBE DE LOS BÚLGAROS

Villalón – o su protagonista Pedro de Urdemalas – debió probar el pan y el queso de los monjes búlgaros allá por el año 1555. Diez años antes, otro humanista español, el historiógrafo Pedro Mejía, publica su voluminosa “Historia imperial y cesárea… desde Julio César hasta el emperador Maximiliano”: una prueba más del interés del hombre renacentista por la antigüedad. La primera edición salió en Sevilla en 1545, dos años antes de que naciera nuestro ya conocido Miguel, apellidado Cervantes, que quedó manco en Lepanto. El libro gustó mucho al rey Carlos I de España. El monarca y miles de sus súbditos españoles se enteran por este libro del glorioso pasado de un pueblo cristiano de los Balcanes, en aquella época olvidado por Europa y hasta por Dios, de sucesos sumamente interesantes en que participaron kanes, reyes y soldados búlgaros. Se enteraron por ejemplo cómo ya en el s. V “los búlgaros obligaron al emperador bizantino Zenón a entenderse con ellos, después de que hicieran mucho daño en la Provincia de Tracia”. Y cómo dos siglos más tarde los búlgaros, “del mismo nombre y origen, bajaron a la Tracia, en número de más de cien mil personas, y comenzaron a hacer la guerra en el imperio, y se comenzaron a hacer señores y apoderarse de algunas tierras señaladas. Lo cual, visto por el emperador, a quien no le faltaba ánimo de príncipe valeroso, ayuntó sus gentes y por su persona fue a defender sus súbditos y la guerra se trató algunos días muy áspera y cruel y los búlgaros procuraron venir con él a batalla campal y hubieron de pelear a banderas tendidas y fue la batalla en gran manera reñida. El emperador fue vencido y muchas de sus gentes muertas y él hubo de usar del remedio común de los vencidos, que fue huir por escapar… Los búlgaros de su voluntad enviaron a pedir paz a Constantino, diciendo que les diese do morasen y que querían ser sus amigos: lo cual oyó él según el presente estado con grande voluntad.” Así termina el cronista español Pedro Mejía su relato de la fundación del Primer Estado búlgaro balcánico por el kan Asparuj. Es impresionante lo escrito por el historiógrafo sevillano del reinado del sucesor del kan Asparuj: el kan Térvel (700-718), llamado en el libro ”Tribellium” o “Tribellio”. El español cuenta de la victoria contundente de los búlgaros sobre los árabes. Los guerreros del Islam habían asediado Constantinopla con una tropa de más de cien mil hombres, después de haber conquistado prácticamente todo el resto de Bizancio. “Parte destas gentes con algunos Capitanes viendo que no había resistencia, caminaron por la Tracia, robando y matando, hasta entrar por Bulgaria, a cuya defensa el Rey de Bulgaria envió tan buen ejército que no solamente defendieron sus términos, pero desbarataron los enemigos, y mataron, según los historiadores dicen, treinta y dos mil dellos”, informa Mejía a sus compatriotas. Sus compatriotas de entonces tal vez no llegaron a darse cuenta del sentido íntegro de esta victoria de los búlgaros que en realidad fue de importancia capital para toda Europa. Se produjo en 717. Hubo otra, decisiva, en 718, y no sólo en las tierras búlgaras devastadas por los árabes sino ante las murallas de la propia Constantinopla. De no haber sido la intervención de Térvel, la ciudad habría caído pronto en manos de los musulmanes. Tal como ocurriera siete años antes, en 711, cuando después de la batalla del río Guadalete en el sur de España, los beréberes y árabes que habían cruzado Gibraltar, tomaron casi toda la Península Ibérica. Para que no cayera en manos árabes la otra península extrema de Europa del Sur: la Balcánica, desempeñaron un papel de suma importancia los búlgaros. La intervención de Térvel impidió a los combatientes musulmanes del Califato atenazar desde el este todo el continente, una vez que desde el oeste habían llegado hasta Francia. Los españoles sabían que Europa fue salvada de la invasión árabe en 732. En la batalla de Poitiers, en Francia, Carlos Martel infligió una dura derrota a los guerreros islámicos combatiendo con 7000 francos contra 6000 árabes. Pero no sabían que el kan búlgaro Térvel, quien, dicho sea de paso, era cristiano, venció con unas decenas de miles de guerreros al ejército árabe de cien mil soldados, ante los muros de Constantinopla, y rechazó por mucho tiempo a los invasores musulmanes lejos de Europa. Según se expresó más tarde un historiador inglés de la época de la Ilustración, sin este triunfo búlgaro en Cambridge y Oxford ahora estudiarían el Corán y los almuecines cantarían en el centro de Londres. En esa hora tan dura para la Europa cristiana cuando sus soberanos le dieron la espalda a la Constantinopla sitiada, fueron únicamente los búlgaros los que se encargaron de la difícil misión de salvar Bizancio y el cristianismo (y a sí mismos, desde luego) de la expansión árabe: “Veo que sólo de los Búlgaros el emperador León fue socorrido”, subraya Mejía. Y luego cuenta en decenas de páginas más de las hazañas del kan Krum y de las traiciones del kan Sabín, de la cristianización de los búlgaros en tiempos del emperador bizantino Miguel III y de su caída bajo el poder bizantino después del zar Samuil.


[редактиране] ESPAÑOLES Y BÚLGAROS SE DISTANCIAN

Sometido el pueblo búlgaro por los turcos, su destino se sumió en un largo olvido al sur de los Pirineos. Nadie en España se enteró de que medio siglo antes de 1553, cuando en la hoguera de los torturadores calvinistas pereciera el gran español Miguel Server, que dio al mundo los principios de la circulación sanguínea, en la hoguera de los verdugos otomanos había perecido el gran búlgaro San Jorge de Sofía. Éste dio a sus vejados compatriotas el ejemplo de su sacrificio en aras del espíritu cristiano búlgaro. 150 años después de que Colón descubriera América, autores españoles hablan todavía de un tal “Reino” o “Principado de Bulgaria”, que hacía dos siglos y medio había desaparecido del mapa de Europa. Pero los búlgaros no les guardan rencor a los españoles por esta falta de información. Mientras España se convierte en imperio mundial en que “el Sol nunca se pone”, mientras sus escritores y pintores crean las grandes obras del Siglo de Oro de la cultura española, mientras en el país discurren las centurias del Renacimiento y la Ilustración, los búlgaros, oprimidos y olvidados, pugnan por sobrevivir como pueblo en los límites del Imperio Otomano, por conservar su lengua y su religión cristiana. Cuando en España crean sus obras Cervantes y Lope de Vega, El Greco y Velázquez, en las tierras búlgaras no hay ni poetas ni pintores y a los búlgaros les está prohibido imprimir sus libros. No tienen siquiera escuelas, salvo cursillos elementales de escritura, lectura y religión a cargo de monjes en algunos monasterios e iglesias. Es precisamente allí, tras los muros de los monasterios, donde se conserva la cultura búlgara y se guarda la parpadeante llama del espíritu búlgaro. No es casual que sea considerado como el primer renacentista búlgaro el monje Paisi del Monasterio de Hilendar del Monte Atos, donde el personaje de Cristóbal de Villalón se encuentra con monjes búlgaros a mediados del s. XVI. Es en Hilendar donde Paisi escribe en 1762 su “Historia Eslavobúlgara”: manifiesto de patriotismo y llamado a la lucha del pueblo búlgaro contra los subyugadores otomanos. Y no es casual que cuando hoy visitan Bulgaria, la mayoría de los extranjeros – y los españoles entre ellos – no dejan de ver otro monasterio: el de Rila. Es el más grande y el más conocido; es un lugar sagrado para la nación búlgara. Lo fundó en el s. IX-X San Juan de Rila, patrono y protector de Bulgaria. Allí desearon ir la infanta española Elena y su esposo Jaime de Marichalar, cuando visitaron el país en 2003. Para los búlgaros, el Monasterio de Rila tiene el mismo significado emblemático, como fortaleza del patriotismo y del espíritu, que el que reviste para los españoles la Catedral de Santiago de Compostela, donde se cree que se guardan las reliquias del Apóstol de Cristo San Jacobo el Grande.


[редактиране] UN VIAJERO ESPAÑOL ATRAVIESA BULGARIA

En aquellos siglos, los diplomáticos y viajeros españoles que iban a Estambul, la perla del Bósforo, se desplazaban por mar, y no por los inseguros y malos caminos balcánicos. Por mar les resultaba más recto, más cómodo y más seguro. Por ello, no hay notas de viaje de españoles describiendo Bulgaria hasta los comienzos del s. XIX. En 1807, el arabista, viajero y explorador catalán Domingo Badía y Leblich, disfrazado de príncipe árabe y bajo el nombre de Alí Bey al-Abbasi, cruza a toda prisa Bulgaria, después de haber recorrido los Santos Lugares de Oriente y llegado a Estambul. En pleno invierno, se encamina a atravesar la Cordillera de los Balcanes para llegar por Ruse a Bucarest, y de allí, a Occidente. Años después salen sus notas de viaje en que leemos que el 13 de diciembre de 1807, después de pasar por Stara Zagora y Kazanlak, Alí Bey viajó toda la noche. Lo azotó una fuerte borrasca de viento, lluvia y nieve, pero llegó a duras penas a Shipka , pueblecillo situado a la falda del Balcán, o Monte Hemo. Allí se vio obligado a detenerse dos días antes de exponerse al paso de la montaña, cubierta a la sazón de inmensa cantidad de nieve. El 16 la atravesó y pasó por una pequeña aldea, probablemente Bozhentsi, cuyas casas de madera estaban medio enterradas en la nieve. “Y continuando en bajar, hizo alto en Gabrova, población donde las casas son parte de madera, parte de cantería.” Luego llegó a “Terranova” – Tarnovo – donde vio muchos jardines, viñas, algunas casas de hermosa apariencia y bazares cubiertos, mas todo estaba lleno de nieve y la estación era poco favorable a las observaciones”, escribe el catalán. De todos modos, deja algunas observaciones superficiales de viviendas y vestimenta.


[редактиране] EL GENERAL PRIM EN SHUMEN Y TUTRAKAN

Para el siguiente español que visitó Bulgaria deberemos esperar casi medio siglo: hasta la Guerra de Crimea de 1853-1856, en la que Turquía, apoyada por Inglaterra y Francia, pelea contra Rusia. Entonces España envía como observador con el Estado Mayor del ejército turco en las tierras búlgaras a uno de sus generales más destacados, también catalán: Juan Prim y Prats. Después de siglos de conflictos y discordias, se ha producido cierto calentamiento de las relaciones entre Madrid y Estambul. ¿Por qué? Porque en 1833 la Rusia de Nicolás I rompe sus vínculos con España, no reconoce como reina legítima a Isabel II y por mucho tiempo presta apoyo no oculto a sus rivales de la otra rama de los Borbones españoles: a los carlistas, que libran – y pierden – tres guerras civiles contra los liberales. Así que en el siglo XIX, sin exteriorizar demasiada simpatía por Estambul, España tiene ánimos más bien proturcos que prorrusos. Esto se traduce en el desinterés de los gobernantes en Madrid por los movimientos emancipadores de aquellos pueblos balcánicos sojuzgados por el sultán que cuentan con el respaldo de Rusia. Apenas la repercusión pública en España del Levantamiento búlgaro de Abril de 1876 cambiará las cosas. En 1853, si bien es neutral frente al conflicto en el plano militar, España ha asumido cierto compromiso de ser aliado anglo-franco, y por ende turco, en el aspecto moral. El general español se gana la confianza y amistad del comandante en jefe del ejército turco Omer-baja (católico croata que se convirtió al Islam). El español fue su huésped por largo tiempo en Shumen, hoy ciudad búlgara, y le dio valiosos consejos de cómo disponer sus baterías sobre el Danubio en Tutrakán, hoy también en Bulgaria, para que fueran más eficaces en los combates contra los atacantes rusos. Y uno de los edecanes de Prim, el teniente coronel Carlos Detenre, capitaneó, con audacia y éxito, a soldados otomanos en un combate contra cosacos que los habían atacado por sorpresa avanzando hacia Tutrakán. El general Prim escribe un libro sobre su expedición búlgara. Cuenta con lujo de detalles en cuántas horas una tropa puede desplazarse de tal a tal ciudad y cómo son el terreno y los caminos desde el punto de vista militar. Por ejemplo: ”De Kesanlik a Tirnova: 21 horas. Valle notable de Kesanlik, al pie de Balkán, cubierto de frondosos bosques de rosas. Travesía del Balkán y como descanso, después de llegar a la cumbre del Balkán, el monasterio griego de Sokol habitado por doce monjes hospitalarios.” Sin embargo, Prim no deja ninguna descripción de las ciudades búlgaras que visitó, salvo de Shumen donde pasó meses. Recuerda “Chumla” como una “ciudad de 30.000 habitantes entre búlgaros, turcos y hebreos que merece en el país el rango de industriosa y comercial, por tener algunas fábricas de cueros e hilados, un bazar con surtido de objetos ordinarios y varias tiendas de comestibles. Su apiñado y ruinoso caserío de madera se reparte en tortuosas y angostas calles, acumulándose en ellas mezclados los vendedores de todo género, el ganado, la tropa, las reses muertas y todos los medios de transporte conocidos en el ejército; todo lo cual desarrolla una atmósfera pestilente de muy peligrosas influencias en el estío, o cuando por desgracia se ve invadido el país por alguna epidemia.” Prim vuelve a España donde pronto comienza una oleada de acciones armadas. Los historiadores llaman el período de 1868 a 1874 “el Sexenio Revolucionario”. En 1869 es aprobada la constitución más democrática de la España del XIX. Prim es uno de los que expulsan a la reina Isabel II y ofrecen el trono a Amadeo de Saboya, hijo del rey italiano. Pero antes de recibir al nuevo monarca, el general es asesinado en 1870. Amadeo no consigue arreglar el caos político en el país y abdica. En febrero de 1873 en España es proclamada la república. Esto ocurre una semana antes de que sea ahorcado en Sofía el Apóstol de la revolución búlgara Vasil Levski, luchador por “una república pura y sagrada”. Luego viene un pronunciamiento y la restauración de los Borbones. Sólo un año después se produce un nuevo pronunciamiento y la restauración de los Borbones. Ocupa el trono el hijo de Isabel, Alfonso XII. que reinará de 1875 a 1878. Durante su reinado, en 1876, será promulgada una nueva Constitución del país que concede la libertad de expresión, incluida la de prensa. De ello gana la causa búlgara porque varios periodistas y políticos en España defenderán sin temor a los búlgaros ultrajados en su Levantamiento de Abril del mismo año.


[редактиране] UN DIPLOMÁTICO ESPAÑOL Y LAS LUCHAS DE LOS BÚLGAROS POR UNA IGLESIA INDEPENDIENTE

En medio de todo ese embrollo político en la España de los años 70 del siglo XIX, difícilmente podemos esperar que algún español escribiese sobre los asuntos búlgaros antes de echar a arder las llamas de la Insurrección de Abril de 1876. Hasta entonces no hay y difícilmente puede haber comentarios españoles de las diversas fases, corrientes y manifestaciones del movimiento organizado de liberación nacional de los búlgaros que se desencadena en la segunda mitad del s. XIX, de sus ideólogos Gueorgui Rakovski (1821-1867), Liuben Karavélov (1834-1879), Vasil Levski (1837-1873) y Hristo Bótev (1847-1876). Eso sí, hubo una excepción. José Antonio Aguilar, encargado de negocios de la legación en Estambul, envía a Madrid de 1870 a 1872 más de diez despachos dedicados a las luchas de los búlgaros en la capital otomana por la independencia eclesiástica. El diplomático aprecia la creación de una iglesia búlgara independiente, realizada con un decreto del sultán de febrero de 1870, como un acto progresista de importantes proyecciones políticas. Es el primer español que constata que con la creación del exarcado búlgaro autónomo se reconoce la existencia de una nación búlgara propiamente dicha en los confines del Imperio Otomano. Aguilar destaca que el éxito de los búlgaros es “una verdadera revolución”. Ve en él un golpe a la teocracia griega que aspira a conservar su poder eclesiástico sobre los búlgaros en el Estado otomano. Ve también un golpe al poder teocrático en general. O sea que señala a los búlgaros como ejemplo que podían seguir sus compatriotas españoles en la lucha que llevaban entonces contra el absolutismo del Vaticano.

[редактиране] EMILIO CASTELAR Y LA CUESTIÓN ECLESIÁSTICA BÚLGARA

A las peripecias en torno a la Cuestión Eclesiástica se refiere también Emilio Castelar (1832-1899), eminente político, orador e historiador español. En 1877 hace el siguiente análisis: “Allá por 1868 se empeñó un combate litúrgico, sobre el cual no acertó á fijarse la atención pública de Europa, y que encerraba en sus apariencias teológicas todas las cuestiones políticas de Oriente. Los búlgaros cristianos, pertenecientes en su mayor parte a la Iglesia griega, demandaban la separación del Patriarcado que reside todavía en Constantinopla… Los griegos comprendieron al momento el secreto de toda aquella agitación, el espíritu político encerrado en todas aquellas manifestaciones litúrgicas, el cual se reducía a constituir una especie de nacionalidad espiritual búlgara, mucho antes de que existiese la nacionalidad política, en competencia con las helenas, y en previsión de su participación necesaria en la cuantiosa herencia de Turquía. Así es que lucharon contra la autonomía religiosa de Bulgaria… Ved ahora cómo tras la cuestión religiosa se plantea en toda su desnudez la cuestión política.”


[редактиране] ESPAÑA Y EL LEVANTAMIENTO DE ABRIL DE 1876

A partir de 1875 España tiene un nuevo embajador en Estambul: Augusto Conte, notable diplomático, receloso respecto a la política rusa en los Balcanes y a las aspiraciones emancipadoras búlgaras apoyadas por Petersburgo. Es el primero en comunicar a Madrid por vía diplomática sobre el Levantamiento de Abril de 1876, cumbre de la lucha de liberación nacional del pueblo búlgaro contra la opresión del feudal Imperio Otomano en descomposición. En un despacho secreto al Ministerio de Exteriores enviado una semana después del primer disparo de los revolucionarios en la ciudad de Koprívshtitsa, el embajador anuncia: “Una nueva insurrección ha estallado en Bulgaria. Es un nuevo síntoma de los males que afligen a este Imperio… Se agrava pues, de día en día la situación ya crítica de este Imperio y esta nueva insurrección de la Bulgaria viene a comprobarlo nuevamente.” Empiezan a aparecer noticias también en los periódicos españoles. Ellos siguen el desarrollo de la Crisis de Oriente pero hasta el revolucionario Abril no cuentan con pruebas de que los búlgaros también se inscriben entre los pueblos sojuzgados por el Imperio Otomano que aspiran a la liberación. La prensa madrileña de ese 1876 refleja todos los aspectos principales de la Epopeya de Abril: las causas y los objetivos, la acción búlgara, la reacción otomana y las consecuencias. Se subraya, sin embargo, que la tarea de los búlgaros es la más difícil: sus tierras son las más cercanas a la metrópolis turca y “sufren la acción inmediata del despotismo de sus dominadores”. Pero hasta el Levantamiento de Abril a la opinión pública española le falta una acción armada búlgara de envergadura que motive su respaldo a un pueblo que no espera su liberación desde fuera sino que pelea y se inmola por ella. Al sexto día del comienzo de la rebelión nacional, la prensa española publica breves noticias a base de las agencias telegráficas. Casi todos los diarios de Madrid y algunos de Barcelona insertan telegramas en que se comunica que “en Bulgaria estallaron desórdenes”, “disturbios en Bulgaria”. En los días siguientes los desórdenes y disturbios se transformarán en “insurrección”, “movimiento insurreccional”, “movimiento por la autonomía”. Pronto se escribirá de “movimiento por la entera independencia”. Al esclarecimiento de la Cuestión Búlgara se incorpora una de las primeras espadas del periodismo español de entonces: José Fernández Bremón. Tiene 37 años y redacta la “Crónica general”. Es el principal espacio de actualidades del más leído semanario español: “La Ilustración Española y Americana”. Su arma de mayor peso es la sátira política: “Un periódico serio y diplomático, enemigo de los cuentos, del sentimentalismo y de la poesía, sabe a ciencia cierta que las aldeas incendiadas en Bulgaria lo fueron por sus mismos propietarios, a quienes se había hecho creer que Europa obligaría al Sultán a indemnizarles ampliamente si excitaban su compasión asesinando a sus familias, para que se atribuyese el crimen a los creyentes de Mahoma. Los habitantes entusiasmados quemaron sus aldeas, degollaron a sus hijos y a sus padres, y los bashibozouks sólo encontraron a su paso pueblos en ruinas, sobre los cuales derramaron lágrimas turcas, o recogieron doncellas abandonadas, que depositaron con religiosidad en los colegios más cercanos. Consignamos con placer este nuevo y singular aspecto de la historia.” El sarcasmo de José Fernández Bremón tiene extraordinaria fuerza. Aprovecha cada ocasión que le brinda la prensa española y extranjera para desenmascarar los esfuerzos de los amigos europeos del sultán, y en primer lugar de los de Londres, por distorsionar la verdad sobre los escarnios de los otomanos contra la Bulgaria sublevada pasando la culpa de ellos a los búlgaros y Rusia. La Cuestión Búlgara se plantea también en los análisis españoles del golpe de Estado cometido en Estambul por el partido proinglés “Joven Turquía” el 30 de mayo, y de la llegada al poder de un nuevo sultán. El 1 de junio el católico “El Siglo Futuro” comenta: “Créese que ahora se llegará a un acuerdo con los rebeldes. Pero no, los búlgaros ya no se contentan con reformas, y lo que quieren es su entera independencia. A más hoy, después de la guerra bárbara y cruel que les han hecho los musulmanes.” Se destaca que los búlgaros habían preparado su rebelión nacional hacía tiempo, que no es un arrebato fortuito de descontento. Se subraya la gran importancia económica y estratégica de Bulgaria. En realidad, el periódico madrileño resalta la principal consecuencia política interna de las cruentas represalias: la plena radicalización de las aspiraciones emancipadoras del pueblo búlgaro. De las represiones se escribió mucho en la España de 1876. El primero que las menciona es Pedro de Toledo, encargado de negocios de la legación española en San Petersburgo. El 27 de junio, por correo diplomático, escribe al Ministerio de Estado en Madrid: “En Bulgaria cometen los musulmanes horrorosos sucesos y los peligros que estos hechos entrañan son la consecuencia natural de la actitud adoptada por Inglaterra.” El 22 de julio “El Siglo Futuro” estigmatiza “las terribles atrocidades de los turcos en Bulgaria”. El rotativo publicará los párrafos más vibrantes de los reportajes y artículos que los destacados periodistas Ivan de Vestine y Januarius MacGahan enviaron desde Bulgaria a “Le Figaro” de París y al “Daily News” de Londres después de la insurrección. El 29 de julio otro influyente diario madrileño, “La Época”, vocero de Antonio Cánovas del Castillo, presidente del gobierno español de entonces, dedica amplio espacio al artículo acusador de De Vestine en “Le Figaro” del 24 del mismo mes y lo vincula con los resultados de la investigación internacional sobre las atrocidades en Bulgaria. Cosas increíbles ha revelado al mundo un hombre que recorrió Bulgaria y contó todo lo que vio en esos desdichados pueblos cristianos – dice “La Época”. – Los enviados de muchos países cristianos han informado por escrito a sus gobiernos que esas crueldades son un hecho. Al día siguiente el periódico condena “la monstruosa política de equilibrio europeo mal entendido”. Señalemos que precisamente entonces, en otoño de 1876, después del fin de la última Guerra Carlista y la adopción de la nueva Constitución liberal española, con su libertad de expresión, todos los partidos y todas las figuras políticas procuran atraer a las masas con planteamientos de democracia y libertad en sus programas. La Cuestión Búlgara resultó una importante piedra de toque en esta campaña. Ningún periodista o político español defendió abiertamente posiciones proturcas o proinglesas respecto al Levantamiento de Abril en Bulgaria. Semejante unanimidad no era esperada ni en Estambul, ni en el Londres oficial. Tal vez, ni en Madrid. Otro rotativo madrileño de prestigio que defiende a los búlgaros es el órgano de los militares españoles “Correo Militar”. Dentro de unos meses éste reflejará objetivamente el papel de Rusia y la participación búlgara en la Guerra de Liberación, y ahora informa de los resultados de las averiguaciones de dos diplomáticos occidentales realizadas en algunas de las regiones búlgaras aplastadas durante la insurrección. Y apoya la actividad del liberal británico William Gladstone en defensa de los búlgaros. Por lo demás, la primera traducción en el mundo del notable folleto de Gladstone “Las atrocidades búlgaras y la Cuestión de Oriente” salió muy probablemente en español. El original inglés salió en septiembre de 1876, y su traducción completa apareció en el número de agosto-septiembre de la madrileña “Revista Contemporánea”. En “La Ilustración Española y Americana”, Eusebio Martínez de Velasco, redactor que tiene a su cargo los grabados y las notas explicativas de éstos, publica casi en todos los números del semanario ilustraciones relacionadas con Bulgaria. Por ejemplo, en el número del 22 de agosto de 1876 comunica: “Calcúlase que han perecido más de 12.000 búlgaros, decapitados o ahorcados, en menos de cuatro meses, y muchos de ellos por leves sospechas de ser partidarios de la insurrección. La villa de Peroushtitza, que tenía 2.500 habitantes cuando estalló la guerra, apenas cuenta hoy 150, entre ancianos, mujeres y niños.” Según “Correo Militar”, al ser aplastada la rebelión fueron asesinados más de 25 000 búlgaros, entre hombres, mujeres y niños. El 30 de agosto cuando en el parisino “Le Rappel” el reputado escritor francés Victor Hugo condena la barbarie y llama a liberar a los búlgaros, en “La Ilustración Española y Americana” hace lo mismo su hermano de pluma español José Fernández Bremón: “Allí la crueldad ha centuplicado los odios de raza que existían. Las hijas de familia arrancadas a los cristianos por los turcos para surtir los harenes de Asia; los niños y ancianos degollados fríamente; las ruinas ennegrecidas de Batak, población de 8.000 almas en Bulgaria, pacífica y floreciente hace poco, y sobre cuyos escombros calcinados, sepultura de un pueblo, vagan hoy como sombras, lanzando gemidos, algunos centenares de mujeres, extenuadas y hambrientas, entre los esqueletos de sus hijos, padres y maridos, a quienes ni tuvieron fuerza para depositar bajo la tierra; las sangrientas y crueles ejecuciones de prisioneros; los saqueos y los ultrajes al honor, no es fácil que se olviden ni perdonen con persuasiones diplomáticas. No creemos que éstas acallen las maldiciones que los cristianos lanzan contra las tropas y el Gobierno del Sultán.” Como se puede apreciar, condenando a los verdugos, el periodista español los distingue muy justamente del pueblo turco. No es al pueblo al que acusa sino al gobierno del Imperio Otomano y a sus ayudantes de Europa Occidental. Con la nueva fase, búlgara, de la Crisis de Oriente, gran parte de la opinión pública de España exige la acción de los gobiernos europeos para solucionar la Cuestión de Oriente mediante una intervención quirúrgica y hasta admite como enteramente lógica la injerencia de Rusia. En este sentido se pronuncia por ejemplo el diplomático y publicista Enrique Dupuy de Lôme, considerado entonces el mejor conocedor español de la Cuestión de Oriente.


[редактиране] CASTELAR Y LA CUESTIÓN POLÍTICA DE BULGARIA

Al cañoneo español se incorpora un obús de muy grueso calibre: nuestro ya conocido político, publicista y orador Emilio Castelar, íntimo amigo y correligionario de Victor Hugo. En su libro “La Cuestión de Oriente” terminado en agosto de ese mismo 1876, Castelar valora el Levantamiento de Abril como justificado. Ha estallado “por exacciones y vejámenes sinnúmero” de la administración otomana, y el objetivo de los rebeldes es “defender caramente su libertad y su honra”. “Las noticias de Bulgaria son horribles”, se indigna Castelar. Por él, la España de entonces volvió a oír hablar de Batak, “donde los 1200 sobrevivientes son más infelices que los muertos”. Se enteró de la Mariana Pineda búlgara, Raina “la Princesa”, “una maestra de escuela, que ha sido arrestada, presa, puesta a pan y agua durante largos días por el horrendo crimen de haber bordado una bandera”. Sigue el punto culminante de Castelar, que tiene extraordinario valor político: “La cuestión de Bulgaria se ha elevado hasta ser uno de los términos principales del Problema de Oriente, como la cuestión de Bosnia, de Herzegovina, de Servia y del Montenegro.”


[редактиране] ESPAÑA SE ENTERA DE LA ACCIÓN DE HRISTO BÓTEV

Para dar mayor publicidad a esta Cuestión Búlgara, el insigne poeta y revolucionario búlgaro Hristo Bótev realiza en mayo de 1876 el breve pero impresionante secuestro del barco austríaco “Radetzky” por el Danubio. Esta acción tampoco dejó de tener repercusión española. El primero en comunicar de ella, en estilo telegráfico, es el periódico catalán “Diario de Barcelona” que una semana después del acontecimiento informa: “Doscientos rebeldes búlgaros han bajado a la orilla búlgara del Danubio para ayudar a sus hermanos insurrectos.” Sigue una exposición más extensa en el “Correo Militar” del 27 de junio. A base de los relatos del capitán del barco “Radetzky”, los redactores dibujaron un cuadro de lo sucedido. Bueno, cometieron algunos errores y lagunas al traducir el texto del alemán o francés, pero los elementos más importantes del hecho sí están presentes: “Al capitán se acercó un señor anciano, con barba blanca, le habló en francés, diciéndole que era voivoda y le entregó un papel escrito también en francés. El papel era una orden del comité revolucionario al capitán, en la que, en nombre de la humanidad y la libertad, le mandaba desembarcar 200 insurrectos que se encontraban a bordo, cerca de Lom Palanca; en caso de resistencia se le amenazaba con emplear la fuerza. No queriendo obedecer el capitán en el primer momento, el voivoda hizo una señal y en el mismo instante 200 hombres arrojaron los capotes, apareciendo con uniforme de cazadores; abrieron los equipajes y sacaron magníficos rewolvers y fusiles. El capitán se vio obligado a obedecer. Detúvose el buque y saltaron a tierra 200 hombres desplegando la bandera tricolor eslava. Apenas se había puesto en movimiento el vapor, salieron los centinelas de un cuerpo de guardia inmediato, cayendo en tierra bajo las balas de los insurrectos.” Aquí Bótev, primero, no aparece con su nombre, segundo: está convertido de un hombre joven de 28 años y de barba negra como el azabache en un anciano y barbiblanco revolucionario francófono tipo Garibaldi quien tanto apasionaba en aquella época a los militares españoles, sobre todo a los más jóvenes. No está tampoco presente la nacionalidad de los rebeldes. Pero el texto no pudo dejar de llamar la atención de los lectores del periódico militar. Más conciso pero en cambio más exacto en perfilar las proyecciones políticas del acontecimiento es Eusebio Martínez de Velasco en “La Ilustración Española y Americana”. El periodista comunica que “una parte de los pasajeros del vapor austríaco “Radetzky”, al parecer sencillos campesinos, empuñaron los fusiles y revólveres que tenían dispuestos en las bodegas del buque, y formaron una banda de 200 insurgentes a las órdenes del jefe Botioff, que desembarcaron en las inmediaciones de Costody, desplegando la bandera verde de los búlgaros.” Pero luego fueron atacados y asesinados: “un desventurado fin de aquellos patriotas.” Después que uno de los periódicos había enfocado el lado espectacular de la acción de Bótev, el otro sintetizó su carácter político. Y dejó como último acorde la palabra “patriotas”, que falta en la mayoría de publicaciones de aquel entonces. A ellos, a los patriotas del destacamento de Bótev de 1876 y a los todos los luchadores por la justicia, fueran búlgaros o españoles, dedicará 105 años más tarde un fogoso poema el célebre poeta español Rafael Alberti. En la ceremonia en Sofía, cuando se le entrega el Premio Internacional Bótev para 1981, don Rafael llama: “A Hristo Botev: Sopla, abuelo, la flauta,/ que las montañas se rebelen,/ que despierte el mar de su sueño,/ ¡en pie, en armas, humillados!...” Y ya en 1878, otro poeta español, cuyo nombre permanece desconocido, tradujo a su lengua natal la primera variante del emblemático poema de Nikola Zhívkov e Iván Vázov “Ruge el Maritsa”. Es el primer intento de traducción poética del búlgaro al español registrado en la historia. El español más bien ofreció su propia versión del poema y bajo el título “Himno patriótico de los insurrectos búlgaros de 1876” lo publicó en “La Ilustración Española y Americana” bajo el seudónimo “Hadji Tcheleby”. Allí empieza así: “La Maritza en su curso rebosa/ de sangre libre;/ y a sus bordes el búlgaro fiero/ la daga esgrime.” La repercusión española del Levantamiento de Abril de 1876 – situada en el marco de la europea – demuestra una vez más que se cumplió el objetivo estratégico de los dirigentes de la revolución nacional búlgara, de Benkovski y Bótev. En el otro extremo de Europa, España también se enteró de la voluntad del pueblo búlgaro de pelear y de sacrificarse en aras de su libertad. La opinión pública de España impidió a los círculos proturcos prestar apoyo abierto a la Sublime Puerta y a sus abogados en Europa. De esta manera, a la defensa internacional de los luchadores de Abril y de la causa de la liberación de Bulgaria aportó su contribución, si bien modesta, también la España progresista. Ella aún no conocía a Bulgaria pero le compadecía. En un tiempo en que Bulgaria tampoco conocía bien a España pero le simpatizaba. Por de pronto, aquí cabe un paralelismo histórico en el calendario, aunque entonces nadie sabía de él, ni en Bulgaria ni en España. Para los españoles, que habían adoptado hacía mucho el calendario gregoriano, el levantamiento no empezó el 20 de abril sino 12 días más tarde: el 2 de mayo. En Europa lo llaman la Insurrección de Mayo. El Dos de Mayo, sólo que de 1808, empieza la heroica Guerra española de Independencia contra los ocupantes franceses. El Dos de mayo de 1808 Madrid se levanta contra los invasores napoleónicos: con picas y puñales contra los modernos fusiles del ejército francés. Pérushtitsa y Batak, cuyos nombres encontramos en Fernández Bremón y Emilio Castelar, se rebelan con primitivos cañones de troncos de cerezo contra las modernas piezas “Krupp” de la tropa otomana. La tragedia de los defensores de Batak de abril de 1876 masacrados por las unidades otomanas de castigo se puede comparar con la de los insurrectos españoles fusilados por los soldados franceses en el barrio madrileño de Moncloa el 3 de mayo de 1808. Las crueldades de Moncloa están representadas en el célebre lienzo de Francisco Goya. Los últimos defensores tanto de Zaragoza como de Pérushtitza se parapetan con sus mujeres e hijos en el templo de Dios y combaten hasta el final. El clásico de la literatura búlgara Iván Vázov comparará su grandeza y sacrificio: “Pérushtitsa, villa en héroes prolija,/ ¡eterna la gloria de todos tus hijos!/ Porque pereciste, bajando a la fosa,/ tan gloriosa como Praga y Zaragoza,/ en el humo envuelta, en sangre bañada.” Dos de mayo. En este día, con una diferencia de 68 años, españoles y búlgaros dan una expresión sublime de su voluntad de libertad y de su disposición de sacrificio. Al hacerse eco del Dos de Mayo búlgaro, los españoles demostraron a sí mismos que el espíritu de su Dos de Mayo había prendido también en otras latitudes geográficas. Así se establece un vínculo espiritual más entre los pueblos de España y Bulgaria…


[редактиране] ESPAÑOLES EN LA GUERRA DE LIBERACIÓN

“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos;… por la libertad, así como por la honra, se puede aventurar la vida” Miguel de Cervantes, “Don Quijote de la Mancha”

Al finalizar el Levantamiento de Abril, España no tiene en Bulgaria testigos, no tiene periodistas y diplomáticos informadores. En cambio, muchos españoles llegan al país durante la Guerra Ruso-Turca de 1877 y 1878. Ésta está motivada precisamente por la Revolución de Abril y trae la libertad al pueblo búlgaro. Si antes de esta insurrección en España se manifiesta por Bulgaria un interés muy vago, poco menos que sólo etnográfico, la Epopeya de Abril lo convierte en político y la Guerra de Liberación, en multifacético. En esta contienda, a diferencia de la de Crimea 23 años antes, casi todos los españoles son agregados ante el Cuartel General ruso, y no ante el turco. Llega como corresponsal de guerra el eminente pintor y amante de la libertad José Luis Pellicer. Lo envía “La Ilustración Española y Americana”. Desde Bulgaria, donde siempre está en las primeras posiciones, José Luis Pellicer envía a España sus dibujos con temas de las hostilidades y del modo de ser y de vida del pueblo búlgaro. A base de ellos, el semanario publica decenas de grabados que conforman “el período búlgaro” en la obra del notable artista. Él envía también cartas con valiosas descripciones de Gábrovo, Shipka y Svishtov, de los campesinos y campesinas búlgaros de la región de Pleven y de la tierra búlgara cuya belleza le recuerda la pintoresca región española de Navarra. Damos a continuación una cita de José Luis Pellicer: “La laboriosidad en Gabrovo llega al delirio: nunca se verá a una de sus mujeres sin trabajo. Por eso no es de extrañar que todos sus vestidos y las telas todas de la casa sean obra de sus ágiles manos. Nada, absolutamente nada, he visto en cuantas casas visité que no representara la industria doméstica. Tapices, cortinas, manteles, todo, en una palabra. La ciudad es en extremo pintoresca; la arquitectura, por demás original. Sujetos a los materiales del país, y sin preocupaciones de estilo ni de épocas, los albañiles de Gabrova han obtenido resultados que en poblaciones mucho más cultas no tienen arquitectos a todas luces inteligentes e ilustrados. El aspecto de las casas en conjunto y en detalle, sea por su construcción, por el color, por los materiales, o por todo reunido, nos recuerda una población del Norte, y nadie creería al pasar por sus calles que se halla en Bulgaria.” En la redacción de “La Ilustración Española y Americana” en Madrid, comenta los dibujos y completa las correspondencias de Pellicer el notable diplomático y publicista Enrique Dupuy de Lôme. Coloca a Bulgaria en el ojo del huracán balcánico, defiende el carácter justo de la guerra librada por los rusos por la liberación del pueblo búlgaro y resalta la participación activa de los voluntarios búlgaros en ella. En el número del semanario del 15.V.1877 el diplomático español escribe: “Los búlgaros se preparan а levantar el pendón del león coronado y a defenderlo con treinta mil fusiles rusos. Quieren volver a levantar la bandera que a su emperador Shismán arrancó Bayaceto I.” Cabe subrayar que después de los combates de Stara y Nova Zagora, Dupuy de Lôme emplea un nuevo término para calificar a nuestros voluntarios: “aliados de los rusos”. Así, eleva cualitativamente la contribución de nuestro pueblo al desenlace de la guerra. Después de los combates por el desfiladero balcánico de Shipka, que fueron de importancia decisiva para el desarrollo de la contienda, otro periódico español, “El Siglo Futuro”, comunica que “la legión búlgara mandada por el general Stoletov se portó admirablemente en las alturas defendidas, entre una verdadera lluvia de balas”. Lo confirmará Pellicer, y un fecundo escritor español, Torcuato Tárrago y Mateos, dedicará a la epopeya de Shipka el primer cuento con protagonistas búlgaros conocido en la historia literaria española. Poco después de terminar estos encarnizados combates, el narrador español compondrá la conmovedora historia de los recién casados búlgaros Aneta y Nicéforo y del padre de la novia Stoilko. Ellos son uncidos junto con otros 800 búlgaros como bueyes para tirar hacia arriba, hacia Shipka, los cañones turcos para el ataque a las posiciones de los defensores ruso-búlgaros del desfiladero. Los tres consiguen escapar individualmente y son descubiertos cerca de las posiciones rusas por un corresponsal de guerra español inventado por el autor. Después de las batallas, él los presenta al general ruso Radetski quien los felicita por el valor y les brinda su bendición. En su libro sobre la Guerra de Oriente, Tárrago y Mateos escribe con admiración de Veliko Tárnovo y de la entusiasta acogida a los rusos en la capital medieval búlgara. Describe esta acogida como testigo también José Luis Pellicer. Y casi una semana después de entrar los rusos en Tárnovo, llega allí otro corresponsal español. Su nombre es Saturnino Giménez y ha sido enviado por la revista madrileña “La Academia”. Él es el corresponsal de guerra extranjero que permanecerá más tiempo en Bulgaria y los Balcanes, años después de terminada la guerra, y dejará descripciones sumamente valiosas del país y de su pueblo. Será él quien exclamará con admiración: “¡La Bulgaria es la Andalucía del Oriente!” Aquí vamos a citar sólo una pequeña parte de su reportaje de Veliko Tárnovo: “Las calles son angostas, pero excesivamente características. Aleros salientes, puertas bajas, miradores de cristales, ventanas, medio ventana y medio ajimez, veladas por celosías, por cuyos leves listones trepan las enredaderas, ladrillos de colores, muros caprichosamente pintados; tiendas levantadas un metro sobre el nivel del suelo y abiertas de par en par, como el escenario de un teatro; mujeres con la faz encuadrada en un blanco velo, una rosa en la sien y un niño en la mano, saliendo curiosamente a la puerta; un grupo de mozos, con escarapelas rusas, que pasea las calles entonando patrióticas coplas; cosacos abrevando sus corceles en las fuentes, al lado de las pintorescas búlgaras, de saya corta, pies descalzos, camisa de ligero descote, anchas mangas y bordada en colores múltiples; hombres de tostado rostro y luengos bigotes, vestidos a la turca, fumando pipas como alabardas; un movimiento a todas luces inusitado en la villa, un júbilo y una animación que pugnan por manifestarse de la manera más elocuente posible.” Saturnino Giménez entrará con los rusos también en Sofía, la futura capital de Bulgaria, donde verá a los pintorescos shopes locales con sus cabezas afeitadas y una larga trenza que dejan colgar por la espalda. Descubrirá que el lacre es llamado entonces por los búlgaros “cera de España”. Probará el “pan de España”: el pandishpán muy apreciado por nuestras abuelas, que fue traído por los judíos expulsados de España en 1492. Se asombrará de ver que entre los montones de monedas que adornan los cuellos de las campesinas búlgaras, cuelgan numerosas pesetas columnarias españolas acuñadas en las colonias españolas de América en el siglo XVIII. Giménez se encuentra con católicos búlgaros en la ribera del Danubio y cerca de Plóvdiv. Se encuentra con Pellicer y se fotografía con él y con otro español, todo un marqués, allá en la llanura cerca de Pleven donde los rusos libran duras peleas contra el ejército del sitiado general turco Osmán-Bajá. Bueno, no se encuentra con el pretendiente al trono español Carlos VII de Borbón que en 1876 pierde la última guerra carlista contra el gobierno central de España. Petersburgo rompe sus relaciones con Madrid ya en 1833, por lo cual don Carlos decide que podría conseguir el apoyo de los rusos para sus designios de llegar al trono español. Y llega con las tropas rusas a Bulgaria. Incluso, conduce al ataque todo un regimiento de jinetes rusos y rumanos contra los defensores turcos de Pleven. Va al combate sin armas, y más tarde recibe una cruz de valor rusa. Uno de los primeros hombres de la comitiva de don Carlos es еl general M. González Boet. En julio de 1877 “El Siglo Futuro” publica una carta enviada por él desde Svishtov, Bulgaria, en la que el oficial analiza la fase inicial de la guerra. En la carta leemos: “Cualquiera que sea la explicacion que den los turcos al afortunado paso del Danubio por los ejércitos rusos, lo que se puede asegurar es que ha proporcionado a los invasores no sólo una superioridad moral absoluta en la Bulgaria. Su efecto moral es que muchos búlgaros toman el fusil, reforzados y secundados por millares de compatriotas que tras larga emigracion, regresan de Rumania, Servia y otros países.” Muchos testigos occidentales escriben entonces que los búlgaros reciben con entusiasmo a las tropas rusas. Pocos, sin embargo, han subrayado que también los propios búlgaros – no sólo los voluntarios emigrantes que acuden del extranjero sino los hombres en la propia tierra búlgara – se incorporan en masas a la guerra por la liberación de Bulgaria. En esta guerra el Madrid oficial permanece neutral, mientras que la opinión pública se decanta por los rusos y los búlgaros. En noviembre de 1877, Enrique Dupuy de Lôme declara: “Deseamos la victoria a las armas rusas si emprenden nueva campaña en 1878, y la libertad de los eslavos, por cuya causa hemos abogado, porque creemos que es la de la justicia y la civilización.” En octubre del mismo año, también José Luis Pellicer manifiesta su credo: “Los votos de quien juzga esta contienda con serena imparcialidad se dirigirán a la completa derrota de Turquía, no por apego a Rusia, sino por simpatía hacia esas infelices poblaciones que gimen bajo el más absurdo de los despotismos.”


[редактиране] OPINIONES ESPAÑOLAS SOBRE LOS ACUERDOS DEL CONGRESO DE BERLÍN

La libertad de una gran parte de los búlgaros resulta un concepto mediatizado o nulo después de los acuerdos de las potencias europeas tomados en un Congreso de Berlín. Éste se reúne en el verano de 1878 y despedaza las tierras búlgaras liberadas como resultado de la guerra. Devuelve toda Macedonia al Imperio Otomano y convierte Bulgaria del Sur en la región autónoma de Rumelia Oriental, con un gobernador cristiano al frente, subordinado al sultán. Los acuerdos del Congreso perjudican duramente al pueblo búlgaro. Se le asesta un golpe cuando aún no se ha secado la tinta de las firmas estampadas por la vencida Turquía y la vencedora Rusia al pie del Tratado de San Stéfano del 3 de marzo de 1878, por el cual Bulgaria vuelve a aparecer en el mapa de Estados de Europa, en los límites étnicos de la nación búlgara. En España, comentan las decisiones del foro de Berlín así: “En el Congreso que empezó en Berlín tal vez resulte algo que haga a los comerciantes de la City frotar las manos de satisfacción. ¿Y la paz? No, no saldrá la paz de él.” Es lo que escribe el publicista Urbano Ferreiroa en “El Imparcial” madrileño en junio de 1878. “El edificio construido en Berlín no descansa en fundamentos muy seguros”, declara en enero de 1879 Martín Ferreiro, el más ilustre especialista español de entonces en geografía política. “El tratado de Berlín, que se dictó para fundar la paz, ha sembrado gérmenes de guerra. Tantas heridas reabiertas; tantos proyectos frustrados”, exclama en 1881 el político Emilio Castelar. “Con la misma dureza de corazón con que tres emperadores hicieron el reparto de Polonia, se discutieron en la Conferencia de Berlín los límites de Bulgaria, y olvidándose de que el Tratado de paz de San Estéfano había sido aceptado por Turquía, vencida, se fueron recortando las lindes que la victoria había dado a la nación nueva… Toda la guerra que más tarde había de ensangrentar la península turca, ¿no tiene su origen en ese malhadado Tratado de Berlín?” Así se indigna Dionisio Pérez, decano de los periodistas españoles, en 1915, largos años después del Congreso, para explicar y justificar la Unificación del Norte y el Sur de Bulgaria, de 1885. Y no para justificar sino para explicar la entrada de Bulgaria en la Primera guerra mundial del lado de Alemania y Austria-Hungría.


[редактиране] LA PRENSA ESPAÑOLA Y LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE

En 1879, la mayoría de los periódicos españoles siguen con interés el trabajo de la Asamblea Constituyente del joven principado búlgaro en Veliko Tárnovo. “La Época”, por ejemplo, escribe en febrero del mismo año: “Hace ya 5 siglos que Tirnova dejó de ser capital de un estado independiente. Por consiguiente, la reunión de los notables búlgaros equivale para Bulgaria a una resurrección y se comprende que sea grande el entusiasmo.” No faltan advertencias en cuanto al papel de mentor que la autocracia rusa se empeña jugar en los asuntos internos del nuevo principado que en 1879 aprueba su Constitución. Las valoraciones españolas de ésta son positivas, en líneas generales.


[редактиране] JUICIOS SOBRE LA UNIFICACIÓN DE BULGARIA

La Unificación del Norte y el Sur de Bulgaria en 1885 y la guerra que la sucedió, declarada por Serbia a Bulgaria, vuelven a despertar en España el interés por los problemas búlgaros. “El Imparcial” informa: “Se cree que la revolución de Rumelia es fruto de los anhelos nacionales realizados a pesar de las advertencias de las potencias.” Pero en principio los analistas españoles, entre ellos Castelar, no aprueban el acto de Plóvdiv hasta tanto no se enteran de que no ha sido inspirado por Rusia sino que es una obra netamente búlgara, censurada por Petersburgo. Entonces, hasta elogian a los búlgaros. Castelar: “El primer resultado ha sido mostrar la solidez increíble de la nueva nación búlgara. El más alto de sus protectores la hiere, cuando realiza el pensamiento nacido hace ya tiempo de su histórica protección; y al verse abandonada, lejos de abatirse o desmayarse, muéstrase más resuelta, y con firmeza mayor, a cumplir los ideales acariciados y los propósitos seculares de todos los suyos.” El 25.XI.1885 muere inesperadamente el rey español Alfonso XII y la prensa del país está ocupada con la noticia y sus consecuencias para España. Sin embargo, no deja de admirar el heroísmo del joven ejército búlgaro en defensa de su patria. “Mal negocio ha hecho el rey Milano de Servia al pisar el suelo búlgaro. Se proponía impedir la unión de Bulgaria y de Rumelia, y hasta ahora resulta que la está consolidando”, dice José Fernández Bremón.


[редактиране] UN FOLCLORISTA CATALÁN PRESENTA LA POESÍA POPULAR BÚLGARA

Poco después de estos acontecimientos, en 1887, el eminente folclorista y patriota catalán Pedro Pablo Bertrán y Bros (1853-1891), luchador por los derechos nacionales del pueblo catalán en los límites del Estado español, publica en Barcelona un libro poco voluminoso pero muy valioso, sobre la poesía popular búlgara. Presenta a Bulgaria en forma multifacética dándola como ejemplo de patriotismo a sus connacionales. Describe su historia, cultura, costumbres y creencias. Subraya que las canciones de los búlgaros son mucho menos conocidas que las rusas y serbias, pero que no son menos hermosas. Encuentra similitud entre la leyenda de san Jordi, el patrono de Cataluña, y la leyenda búlgara de san Jorge, ilustrándola con una canción del compendio de los hermanos Miladínov “Canciones populares búlgaras”. Bertrán y Bros respalda sus conclusiones con versiones de obras tradicionales búlgaras que él mismo hace del francés al catalán. Son las primeras traducciones en Cataluña de poesía búlgara en general, y además de muy alto nivel literario. Y la primera presentación del folclor búlgaro en España. Si bien poco voluminoso, el libro de Bertrán y Bros tiene gran valor. Es una prueba del interés no sólo literario sino también político que existió en Cataluña por Bulgaria en un período en que este país no figuraba entre los Estados que centraban la atención de España y de Europa.


[редактиране] EN BULGARIA TRADUCEN “EL QUIJOTE” Y ESCRIBEN DE ESPAÑA

Las primeras traducciones en Bulgaria de obras de la literatura española datan de los años 60 del siglo XIX: “El Licenciado Vidriera” y fragmentos de “El Quijote”, de Cervantes. La primera traducción completa de la gran novela al búlgaro, a través del francés, aparece en 1882, sólo cuatro años después de la Liberación de Bulgaria de la dominación otomana. La siguiente la hace en 1893 el político y escritor Traiko Kitánchev, del ruso y el francés. Trabaja en ella mientras está en la cárcel por motivos políticos. También Cervantes empezó a escribir “El Quijote” en la cárcel. O sea que la célebre obra comenzada en una prisión española, es traducida, tres siglos más tarde, en una prisión búlgara… España como tema político aparece en la prensa búlgara ya antes de la Liberación. Los primeros periódicos búlgaros que salen en Estambul a mediados del siglo XIX comentan las guerras carlistas y “el bienio progresista” del general Espartero (1854-1856). Otros rotativos editados por la emigración política búlgara en Rumanía, por ejemplo el “Dúnavska zorá”, trazan paralelismos entre los acontecimientos revolucionarios españoles de 1868 y la revolución búlgara de liberación nacional que se estaba gestando. España está presente también en los fogosos artículos de Hristo Bótev en los años 70 del mismo siglo. Por su parte, el patriarca de la literatura búlgara Iván Vázov (1850-1921) subraya en su clásica novela “Bajo el yugo” (1894) que ya en tiempos del dominio otomano los escolares búlgaros estudiaban en las clases de Historia la Guerra de Sucesión Española de principios del s. XVIII. El mismo Iván Vázov es también uno de los primeros poetas búlgaros que dedican versos apasionados a España: “Un saludo te mando, espléndida España,/ oscura cual una leyenda, fogosa cual una bacante” (1880). En 1905, otro notable poeta búlgaro, Konstantín Velíchkov, exclamará con una idea no menos romántica de España: “Dejadme conocer Sevilla y Granada,/ tocar la arena de oro del Genil,/ ver la Alhambra con su esplendor/ donde la vida era un sueño encantador...”


[редактиране] ESPAÑA Y STAMBOLOV

Lamentablemente, no eran un sueño encantador, ni mucho menos, las prácticas políticas en aquel tiempo ni en España ni en Bulgaria. En dos artículos en catalán publicados en 1890 en el influyente periódico barcelonés “La Renaixensa” se comenta el gobierno de Stefan Stambolov (1854-1895), primer ministro de 1887 a 1894: “Stambolov posee todo el arte de los grandes actores y no le hace nada que las tarimas que pisa sean pequeñas… Los españoles conocen perfectamente el arte de hacer cortes de todos los partidos, pero cuentan los bien enterados de la situación política y social de aquel principado que no hay en toda Europa una nación más avanzada en el arte de hacer diputados artificiales… En Bulgaria gobierna la porra.” A través de un prisma bien diferente contempla al polémico político búlgaro Emilio Castelar. Según él, Stambolov “arrastró a sus compatriotas a la fuerza por el camino doloroso pero fecundo del progreso, porque poseía el conocimiento preciso de las necesidades de su país. Su más ardiente anhelo era asegurar la completa emancipación de Bulgaria, realizar la aspiración de “Bulgaria para los búlgaros”, librar a su pueblo de la tutela rusa y de la soberanía otomana.”


[редактиране] UN OFICIAL ESPAÑOL VISITA LA BULGARIA LIBRE

De este progreso de la joven Bulgaria a comienzos del siglo XX, las semillas para el cual fueron sembradas por Stambolov, testimonia el coronel Joaquín de la Llave y García. En el verano de 1908 el oficial pasa casi tres semanas en comisión de servicio en Sofía y Pleven. Poco después de esta visita escribirá un libro de notas de viaje en que dejará un detallado relato sobre el país búlgaro en rápida renovación y en particular sobre su capital que adquiere aspecto europeo. Quedará admirado de sus monumentos nuevos y nuevas calles, del templo de San Alejandro Nevski en construcción. Describirá como sumamente interesante el Museo Etnográfico y también el Museo Nacional donde ve un legendario cañón de tronco de cerezo, reliquia del Levantamiento de 1876. Hablará del prestigioso “Unión Club”, hoy desaparecido hace ya mucho, en el cual “existe la buena costumbre desconocida en España hasta en los círculos más aristocráticos, de andar descubiertos por los salones. Es más barato que la Gran Peña de Madrid y el cocinero no es peor.” Gran Peña es uno de los café-restaurantes más de moda en Madrid en aquel entonces. Llave y García cuenta de los pintorescos mercados de Sofía, donde “se encuentran hasta ministros seguidos de un ordenanza que lleva una red para meter los objetos adquiridos”. En estrecho vínculo con los mercados vuelven a aparecer en primer plano los shopes, hombres y mujeres, con su atractiva indumentaria blanca y azul guarnecida de rojo, y que 30 años antes habían llamado la atención de Saturnino Giménez cuando entró en la Sofía recién liberada con las fuerzas de avanzada rusas. El coronel describe los adoquines amarillos en el centro de la ciudad, tan peligrosamente resbaladizos en invierno, y el proceso de su colocación, como también los baches en las calles de Sofía “que hasta el año pasado estaba desprovista de empedrado”. Comunica que en vistas del progreso económico de la joven Bulgaria, muchos industriales y exportadores españoles, sobre todo de la muy desarrollada Cataluña, piden al cónsul español en Sofía que los ponga en contacto con empresas búlgaras para establecer una colaboración sostenida. Encuentra una bala en una de las trincheras cubiertas de maleza cerca de Pleven donde se habían librado épicas batallas entre rusos y turcos tres decenios antes, y se la lleva como recuerdo. Por lo demás, el oficial está increíblemente bien informado de estos combates: entonces eran estudiados detalladamente en las academias militares españolas. Al final, en Ruse, antes de pasar a Rumanía, el coronel español le da un abrazo de despedida al mayor Markoff, su acompañante permanente durante su estancia búlgara. Es el primer abrazo registrado en la historia entre un oficial búlgaro y uno español.


[редактиране] BULGARIA Y ESPAÑA ESTABLECEN RELACIONES DIPLOMÁTICAS

Dos meses después, el 22 de septiembre de 1908, Bulgaria proclama su independencia jurídica de Turquía. Madrid la reconoce un año más tarde y el 10 de mayo de 1910 establece relaciones diplomáticas con el Estado que se transformó de Principado en Reino de Bulgaria. Poco después España envía un ministro plenipotenciario, Manuel Multedo. En la ceremonia de presentación de sus credenciales, el 20.01.1911, el zar búlgaro Fernando le asegura estar “deseoso de que las relaciones cordiales que felizmente existen entre las dos penínsulas que cierran a Europa sean cada vez más íntimas y extensas”. Pero deberemos esperar hasta 1923 para ver al primer representante diplomático búlgaro, Gueorgui Rádev, presentando sus credenciales al rey Alfonso XIII. Y apenas diez años más tarde será abierta en Madrid una legación búlgara.


[редактиране] OFICIALES ESPAÑOLES CON EL ESTADO MAYOR BÚLGARO

Mientras, en octubre de 1912, estalla la Primera Guerra Balcánica. En ella Bulgaria y sus aliados Grecia, Serbia y Montenegro combaten con éxito contra Turquía. En este conflicto son comisionados como observadores ante el Estado Mayor búlgaro dos militares españoles: el comandante Manuel Lon y el capitán Manuel Pereyra. Ellos están siempre en las primeras líneas del ejército búlgaro que muestra extraordinario heroísmo y aporta la mayor contribución a la victoria común. En mayo de 1913, cuando recibe en audiencia de despedida al ministro plenipotenciario Manuel Multedo, el zar Fernando subraya que los dos oficiales han dejado, en los militares búlgaros y en su persona, excelentes impresiones. Los aliados ganan la Primera Guerra Balcánica, pero se enfrentan por los territorios conquistados. Bulgaria es la más perjudicada. En junio de 1913, llega la nefasta orden de su monarca de que las tropas búlgaras ataquen a sus ex aliados. Estalla la Segunda Guerra Balcánica - llamada también la Guerra entre los Aliados -. De los resultados de este desatino que terminó con la derrota de Bulgaria, Manuel Lon hace la siguiente constatación: “Fue así como se perdió en treinta días el fruto de la penosa campaña realizada contra los turcos y la esperanza que durante treinta años acariciaba la nación búlgara.” La esperanza de que se unifiquen en un solo Estado todos los territorios de la península poblados mayormente por búlgaros. Poco faltó para que España entrara en la historia búlgara como país pacificador. El Ministerio de Exteriores ruso sondeó a Madrid para saber si la diplomacia española estaría dispuesta a participar como mediador en negociaciones para el arreglo de los problemas litigiosos entre Bulgaria y Rumanía en la primavera de 1913, durante la Primera Guerra Balcánica. El conde de la Viñaza, embajador español en Rusia, envía una interrogación en este tenor al nuevo Ministro de Estado Juan Navarro Reverter y éste le da una respuesta positiva. Pero la iniciativa no llega a realizarse. Promovido a teniente coronel, Manuel Lon vuelve a Bulgaria durante la Primera Guerra Mundial, de nuevo como observador militar de España agregado ante el ejército búlgaro. Durante largos meses recorre con las tropas búlgaras toda Macedonia y escribe en las posiciones de los frentes y luego en Madrid un voluminoso libro. En éste, deja constancia, como testigo presencial,º del heroísmo del soldado búlgaro en los combates de la I Guerra Balcánica y en la Europea y de su acogida cordial por parte de la población de Macedonia donde, subraya el español, “predomina la raza búlgara”. Por lo demás, tratándose de Macedonia, ya en 1903 el marqués de Camposagrado, embajador español en Estambul, informa a Madrid que el Levantamiento que estalló el Día de San Elías del mismo año allí, era totalmente obra de búlgaros. Años más tarde, otro diplomático español, Germán María de Ory, acreditado en Estambul y Atenas, dará el nombre más exacto a la insurrección del día de San Elías: “La gran revolución búlgara de 1903.” Otro diplomático español, el cónsul en Salónica Antonio Suqué, deja en decenas de despachos a Madrid testimonios de extraordinaria importancia sobre el carácter y el desarrollo de las dos Guerras Balcánicas (1912-1913) y sobre las virtudes guerreras y humanas de los soldados búlgaros en los combates por Salónica y por toda Macedonia. Sus juicios difieren mucho de las tesis de algunos historiadores y políticos balcánicos de entonces y de hoy sobre los dos conflictos. Poco antes de que Bulgaria entre en la Primera Guerra Mundial, enfoca su prismático hacia nuestro país el afamado novelista Benito Pérez Galdós. Censura los planes del monarca búlgaro y de sus allegados de obligar al pueblo búlgaro a pelear, y encima como aliado de las Potencias Centrales. “Las actitudes germanófilas de Fernando de Bulgaria son, al parecer, contrarias a la opinión de su pueblo”, destaca el ilustre narrador español sólo cuatro días antes de la orden del zar de que el ejército búlgaro ataque Serbia.


[редактиране] LOS ÉXITOS DE LA NUEVA BULGARIA

Meses antes, el 8 de mayo de 1915, a la nueva Bulgaria le dedica un artículo lleno de respeto en la revista madrileña “La Esfera” el notable publicista liberal español Dionisio Pérez. Con el instrumental filosófico y literario de los renombrados creadores españoles de la llamada Generación de 1898, Pérez defiende al pueblo búlgaro de las injurias de enemigos ignorantes y malintencionados a ambos lados del Atlántico. Los literatos de esta Generación están profundamente preocupados por el destino de España que en 1898 pierde en una guerra contra EE UU sus últimas colonias americanas: Cuba y Puerto Rico. Esta pléyade de célebres escritores y filósofos españoles sufren por España, sumida en un colapso espiritual, y buscan un camino nuevo para salir de la crisis. Un camino nuevo, con un nuevo conjunto de recursos nacionales y con nuevos ejemplos del desarrollo de otros pueblos. “Bulgaria – escribe Pérez – se reconstituyó ayer, como quien dice. Pero en Bulgaria el Islam no ha logrado inocular su espíritu fatalista, su molicie mental, sus ensueños sensuales. Y cuando Bulgaria logra constituirse en reino independiente, surge una asombrosa fuerza interior, que estaba contenida y retenida en los núcleos familiares. En la esclavitud, fue la familia refugio espiritual, escuela de trabajo y de libertad.” Y una comparación más: “Stefan Stambolov es un gobernante muy parecido, en la vida y en la muerte, a nuestro Cánovas del Castillo”. Político español, 6 veces primer ministro, Cánovas presidió al gobierno español durante el Levantamiento de Abril en Bulgaria y la Guerra Ruso-Turca que lo siguió. Fue asesinado en un atentado en 1897, dos años después de que en Sofía fuera asesinado a hachazos Stambolov. “Stambolov, dominador de las revueltas políticas que se parecen mucho a las españolas del siglo pasado y que tuvo un alarde de tiranía del poder civil, impone a todas las congregaciones confesionales, en sus seminarios y escuelas de niños, la enseñanza teórica y práctica de la agricultura. Sean ustedes, les dijo, todo lo ortodoxo, todo lo gregoriano, todo lo anglicano, todo lo mahometano que quieran, pero aprendan a labrar la tierra, que al cabo, todas las religiones coinciden en que éste es un medio eficaz para ganar el cielo. Y la tierra búlgara dio frutos de bendición.” Dionisio Pérez emplea todos los hechos posibles como armas en su apasionada defensa de los búlgaros: “Todo Ayuntamiento búlgaro está obligado a mantener, aun en las más pequeñas aldeas, una sala pública de lectura y escuelas nocturnas de trabajos manuales para adultos y para mujeres. Así, pasan de mil las Bibliotecas municipales.”


[редактиране] ESPAÑA Y LA PARTICIPACIÓN BÚLGARA EN LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

En la primavera de 1915, cuando fue escrito el artículo, Bulgaria, todavía neutral, podía contar con el apoyo moral de la opinión pública de España: uno de los pocos países europeos que no intervinieron en la Primera Guerra Mundial. Pero pronto llega la nueva decisión descabellada del rey y los gobernantes de Sofía: Bulgaria entra en el conflicto, y lo hace del lado del bloque alemán. Diplomáticos españoles acreditados en la capital búlgara, y también el teniente coronel Manuel Lon, describirán el hambre y las penurias de las mujeres y niños búlgaros que quedan, para siempre o durante años, sin sus maridos y padres clavados en las trincheras de la carnicería mundial. Contarán también del extraordinario heroísmo, de los grandes sufrimientos y del descontento de los soldados búlgaros en los frentes. Uno de estos españoles es Diego Saavedra quien, en lugar de viajar a Chile para donde había sido nombrado, fue enviado de urgencia a abrir y encabezar la legación en Bulgaria en 1915. Saavedra pasará en Bulgaria tres años de guerra y uno de posguerra y dejará muy interesantes relatos de la hambrienta y pobre Sofía, de las fortunas amasadas de prisa y de las crecientes protestas sociales. Tanto Saavedra como Lon se encuentran en Sofía durante la última y catastrófica etapa de la participación búlgara en el conflicto europeo. Ambos describen como testigos el Levantamiento de los soldados búlgaros de septiembre de 1918 y la abdicación del zar Fernando y el entronamiento de su hijo Borís III.


[редактиране] LOS AÑOS DE POSGUERRA

El 27 de noviembre de 1918 el primer ministro búlgaro, el agrario Alexándar Stamboliiski, firma en París el tratado de paz con los Estados vencedores en la Primera Guerra Mundial. Sus cláusulas son extraordinariamente duras para Bulgaria. Tres años después, el gobierno de Stamboliiski concede a España el trato de la nación más favorecida. Madrid responde a Sofía con facilidades aduaneras y preferencias comerciales. Esto ocurre durante el mandato del nuevo ministro plenipotenciario español, José de Romero Dusmet, quien llega a Sofía a comienzos de 1920. Unos meses más tarde, él se referirá como testigo al trágico Éxodo al Reino de Bulgaria de las caravanas de miles de búlgaros que abandonan con angustia sus hogares, sus campos y las tumbas de sus padres en la Tracia del Mar Egeo. Este territorio, poblado mayormente por búlgaros, fue cedido a Grecia por la voluntad de los Estados vencedores en la matanza europea. El diplomático español escribirá con indignación: “Olvidados están los “14 puntos” proclamados por la Entente que debían servir de base al armisticio; olvidado también el principio de nacionalidades que reconoce la libre voluntad de los pueblos de escoger su patria, de determinación de las fronteras basadas sobre las condiciones étnicas de cada raza, de su idioma, de sus tradiciones.” Después de la guerra, otro español, el cónsul general búlgaro en Barcelona, traduce y remite a las instituciones de Madrid y a notables figuras públicas españolas la exposición oficial búlgara sobre el problema de la Tracia del Mar Egeo. Otros pocos meses después, Romero subraya en un despacho a su ministro de exteriores que algunos españoles, y en particular comerciantes que visitan Bulgaria, desconocen la mentalidad de los búlgaros por lo cual se enfrascan en situaciones embarazosas y hasta perjudiciales para sus intereses. Aquí, advierte el diplomático, todavía prevalecen, en la política y en el comercio, los procedimientos musulmanes y uno debe adaptarse a éstos. Justo cuando, al cabo de larga y laboriosa gestión, estaba a punto de conseguir para una casa barcelonesa condiciones ventajosas para la exportación de carbón búlgaro a España, los enviados españoles de esta empresa perdieron la paciencia. Insistían en que el contrato fuera formalizado rápido y en que la mercancía fuera suministrada igual de rápido y se enfadaron con un director búlgaro que con su indolencia ponía trabas a la transacción. Romero telefoneó a Stamboliiski quien despidió al director y zanjó la cuestión. Pero los españoles seguían descontentos: querían que 1000 toneladas de carbón llegaran enseguida desde las minas hasta el puerto de Varna. Se pelearon con otro director y el asunto volvió a un punto muerto. “En tales casos - subraya Romero - trato de inculcar a nuestros compatriotas que aquí la irascibilidad desprestigia al europeo que ignora el arte oriental de mentir por cortesía, que lo más importante es que las cosas se hagan con paciencia y dominio de sí mismo…” Más tarde, José de Romero comunica a Madrid del golpe del 9.VI.1923 contra el gobierno agrario de Stamboliiski con el que no simpatiza y cuyos errores critica en más de una ocasión. Tres meses después informa del levantamiento de comunistas y agrarios contra los golpistas. Éste estalló casi el mismo día del mes de septiembre cuando en España el general Miguel Primo de Rivera hace un pronunciamiento y establece una dictadura militar de siete años. En sus despachos, el diplomático español dedica particular atención al siniestro atentado perpetrado por la organización militar del Partido Comunista en la catedral de Santa Nedelia en Sofía el 16 de abril de 1925. Sus autores se proponían liquidar físicamente a todo el gobierno y al rey Borís III. El mismo día Romero sale de paseo primaveral fuera de Sofía y de regreso apenas consigue llegar hasta la destruida iglesia para enterarse de que muchos de los búlgaros muertos por la explosión de la máquina infernal bajo la cúpula de la iglesia eran buenos conocidos suyos o incluso amigos que junto con él habían regado la frágil flor de las relaciones entre Bulgaria y España. Después del atentado se desencadena una cruenta reacción gubernamental contra políticos, poetas y periodistas de izquierda. Anticomunista convencido, Romero informa de ésta situación con sordina. En 1928, en Bulgaria existen ya cinco viceconsulados honorarios españoles. Sin embargo, no hay ninguno regular, de carrera, y en 1929 el marqués de Dosfuentes, nuevo jefe de la legación española en Sofía, pide con insistencia a Madrid que abra uno, puesto que crece el número de judíos búlgaros de origen español (sólo en Sofía son 30 000) que adquieren la nacionalidad española. Algunos de ellos empiezan a viajar a la patria española de sus antepasados para hacer negocios o para instalarse allí permanentemente. Viajan a España también comerciantes búlgaros después de la apertura de una línea marítima regular entre Varna y Burgás y Barcelona y Valencia. Tanto el marqués como su predecesor insisten en que Madrid dedique mayor atención a los sefarditas búlgaros. Éstos, destacan en sus despachos ambos diplomáticos, editan sus periódicos y libros en la lengua que sus antepasados trajeron de España hace más de 400 años. Todo español llegado a Bulgaria – informan los dos - queda gratamente sorprendido al oír que en español se habla en comercios, calles y trenes. Los sefardíes escriben en este idioma dramas, poemarios y árboles genealógicos, adormecen a sus niños con canciones de cuna en español antiguo, tienen sus grupos folclóricos de canciones y danzas españolas antiguas, sus clubes, escuelas y otras instituciones culturales. Desean fortalecer sus vínculos comerciales, culturales y lingüísticos con su lejana madre patria española, es decir que pueden ser un excelente “lobby” español en Bulgaria. Romero insiste en que sea enviado a Sofía un profesor de lengua y literatura españolas: para enseñar a los judíos y a los búlgaros. Pero desde Madrid proponen enviarle no un profesor sino un sacerdote católico, lo cual le deja bien perplejo, y no sin razón.


[редактиране] BORÍS SHIVÁCHEV: EL FUNDADOR DEL HISPANISMO BÚLGARO

De 1928 a 1931, el prestigioso bisemanario madrileño “La Gaceta Literaria” publica 12 artículos sobre la lengua, la literatura y la cultura búlgaras escritos por Borís Shiváchev: el primer hispanista búlgaro y traductor del castellano al búlgaro. Antes de que lo inmovilice en la cama una grave enfermedad, es trotamundos incansable por los caminos de Hispanoamérica, y luego, por las páginas de la literatura y cultura en lengua española. Shiváchev presenta en Bulgaria a varios escritores latinoamericanos, como también a Pío Baroja, Blasco Ibáñez, Miguel de Unamuno y al joven Federico García Lorca. Siempre a través de él, a través de su apostólica misión cultural plasmada en sus publicaciones madrileñas, los españoles entran en contacto con la literatura búlgara. Ya en 1928, su obra de pionero resulta apreciada por “La Gaceta Literaria”. Presentando a Shiváchev, la revista enfatiza: “Antes no se podía hablar de hispanismo en Bulgaria. Ahora ya está dado el primer paso en este sentido.” Borís Shiváchev se extingue en Sofía en 1932, antes de ver llegar a los primeros profesores españoles.


[редактиране] DOS LECTORES ESPAÑOLES Y UN DIPLOMÁTICO

En 1933, dos años después de establecida la Segunda República Española, llega a Bulgaria el primer lector español, José Álvarez Prida, e inaugura un curso de español en la Universidad de Sofía. Aquí lo encuentra el diplomático republicano español Luis Tobío (1906-2003) quien llega a Sofía en Navidad de 1933. Tobío pasará en Bulgaria tres años y medio llenos de interesantes vivencias. Conocerá Sofía: ”una ciudad pequeña y graciosa, muy limpia y bien empedrada, con un ritmo urbano tranquilo y placentero, con buenos centros de enseñanza y museos.” Va a menudo al Teatro Nacional, y también a los numerosos baños públicos de agua termal. Se fija en la indumentaria abigarrada y para él exótica de los campesinos, con gorros y abarcas, a quienes encuentra por las calles de la ciudad. Lo asombran asimismo los muchos deshollinadores de ropa negra y aspecto de Mefistófeles que ve en Sofía. Tobío relata todo ello con un vivo sentido de los detalles en su libro “Recuerdos de un diplomático intermitente” que salió en 2003. En el libro habla también del primer lector español en Sofía. Como jefe de la legación, Tobió se enteró de que su compatriota pasaba largas horas junto a la mesa de bacarrá en el conocido “Unión Club” de Sofía, con éxito variable. Y que usaba su pasaporte semidiplomático español para transportar opio desde Turquía a través de Bulgaria hasta Francia. Tobió no le renovó el pasaporte y el lector se marchó ofendido. En su libro, escrito primero en el idioma de su Galicia natal, Luis Tobío presenta una rica colección de bosquejos de Bulgaria. Recuerda cómo uno de los anteriores secretarios de la legación en Sofía, José Sebastián de Erice, le había dicho: “Bulgaria era una maravilla. Se entra en ella llorando y se sale llorando. Porque bajo una apariencia gris latía un mundo lleno de interés, novedoso y hasta encantador.” Al final de su mandato, Tobío añade a este juicio sobre Bulgaria una palabra más: ley. Llega un nuevo lector, Estanislao Quiroga: “joven, inteligente y cordial”, según lo describe Tobío. Viene con el cometido de modernizar el idioma español de los judíos de Ruse pero se queda en la capital e imparte dos cursos de castellano. Uno es en la Universidad de Sofía, el otro, en el Club Español que en realidad es un activo centro cultural de los sefardíes búlgaros. Durante la dictadura del general Primo de Rivera (1923-1930), ellos pierden su estatuto de protegidos españoles que poseían ya desde los tiempos de los sultanes turcos. Por esta razón en los años 30 muchos adquieren la nacionalidad española. “Por ello – escribe Tobío - teníamos una pequeña colonia de nacionales que, en su mayoría, nunca estuvieron en España”. En estos dos cursos Quiroga forma a la primera cincuentena de traductores búlgaros hispanistas. Quiroga y Tobío se hacen amigos y alquilan un piso común. En los días feriados de todas las estaciones del año, el diplomático va a menudo de excursión con un grupo de amigos judíos. A veces se queda a dormir en albergues en Vítosha, la montaña al lado de Sofía, las más veces en “Aleko”, sobre su colchoneta hinchable. Más tarde dormirá sobre ella también en las trincheras republicanas durante la Guerra Civil. Tobío toma cariño a la naturaleza y al pueblo de Bulgaria, se familiariza con su historia y cultura. Admira la Iglesia de Boyana, cerca de Sofía, “con sus pinturas murales de los siglos XI al XIII, tan llenas de vida, tan realistas, tan lejos de los estereotipos de los iconos decadentes”. Diplomático muy erudito, polígloto, autor de ensayos, Luis Tobío trata en Sofía con la elite intelectual de Bulgaria. Junto con Tomá Tómov (1891-1988), pionero de los estudios hispánicos en la Universidad de Sofía, también polígloto y montañero, organiza en 1935 grandes actividades con ocasión del 300 aniversario de la muerte de Lope de Vega. Un huésped frecuente del piso de solteros de los dos españoles es el bien conocido y estrafalario intelectual Alexándar Balabánov, a quien Luis Tobío compara con el célebre filósofo español Miguel de Unamuno. Conoce también a dos grandes poetisas búlgaras: Elisaveta Bagriana y Dora Gabe a quienes define como “de gran sensibilidad y carácter, suaves y fuertes, cultas y tiernas”. En 1937 se marcha de Bulgaria, “no sin pena”. Muere en 2003, a los 97 años. En 1936, Quiroga ya ha vuelto a su patria donde estalla la Guerra Civil.


[редактиране] BULGARIA Y LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA

“Ahora tu destino es mi destino, ahora tu suerte es mi suerte…” Nikola Vaptsárov, Cantos a un país

La contienda entre los republicanos y los franquistas, que se llamaban también nacionales, suscita enorme interés tanto en los círculos políticos búlgaros, como entre la población llana. El popular rotativo de centroderecha “Mir” escribe que “La Guerra española ocupa aquí la atención tanto de las personas instruidas como de las ordinarias”. Y que “incluso casi todos los campesinos alfabetos en nuestro país saben no sólo quién es Caballero y quién Franco, sino cuál de los periódicos aboga por éste y cuál por aquél”. En el “Slovo”, de derechas, leemos que “no es posible que seamos indiferentes respecto al desenlace de la lucha”. En el “Rabótnichesko delo”, comunista, que “el pueblo de Bulgaria, de ciudades y aldeas, se acuesta y se levanta con los problemas de la República Española”. El 12 de agosto de 1936, tres semanas después del comienzo de la guerra, el gobierno búlgaro declara su posición de no intervención y prohíbe que sea exportada producción militar para ambas zonas. Medio año más tarde, prohíbe asimismo la participación de súbditos búlgaros en la contienda. Esto ocasiona serias dificultades sobre todo a los voluntarios dispuestos a ir a combatir por la República. Algunos incluso son sentenciados por no haber acatado la prohibición. Prácticamente no hay deseosos de pelear en el otro bando. Carlos de Miranda, jefe de la Legación republicana en Sofía, pronto se pasa oficialmente del lado de los nacionales que han establecido su gobierno en Burgos, mientras que Luis Tobío permanece fiel a la República. Miranda ejerce una presión tan insistente como sostenida sobre Sofía para que reconozca de jure al general Franco. Resultó necesario que el diplomático búlgaro Altánov explicara confidencialmente a su colega español: “¿Pero por qué se empeñan Vds. en crearnos dificultades? Nosotros no giramos alrededor del Eje Roma-Berlín; tampoco nos inspiramos en París ni en Moscú; pretendemos guardar una total independencia política y libertad de acción. Queremos entrar en relaciones con el Gobierno del Generalísimo pero deseamos también, al menos aparentemente, conservarlas con el republicano. Nuestras simpatías están del lado de la España Nacional; pero no nos pida Vd. exteriorizarlas solemnemente.” Al cabo de casi dos años de vacilación, tiempo en que en Sofía conviven dos representaciones diplomática con dos jefes - Tobío y Miranda - y con dos banderas, el gobierno de Gueorgui Kioseivánov reconoce el poder franquista. Lo reconoce primero de facto, en septiembre de 1938, y en marzo del año siguiente, tres semanas antes del fin de la Guerra Civil, también de jure. En agosto de 1938, el periódico “Mir” llama a que establezcamos vínculos oficiales con el gobierno de Franco, y ello “sin quedarnos los últimos en la cola, como solemos hacer los búlgaros”. El autor del artículo G. Pavlov puntualiza que Sofía está dispuesta a enviar a Burgos un agente comercial, pero que Burgos no quiere aceptar un representante comercial, sino uno general, es decir, diplomático. Más bien fino intelectual que hábil diplomático, Tobío se percata, de todos modos, de que los servicios especiales búlgaros le espían. Y un día hasta le mandan a un “visitante” quien intenta persuadirle que organice el envío secreto de voluntarios búlgaros al campo republicano. Tobío se da cuenta de la provocación y dice que no. 11 días después de la victoria franquista, Miranda vuelve a Madrid. Allí, el 16 de enero de 1940 se firma un nuevo Acuerdo intergubernamental para regular el régimen de intercambios comerciales y pagos entre los dos países. Bulgaria es uno de los primeros Estados con los cuales la España de Franco formaliza semejante acuerdo. Anteriormente, se habían concretado dos más: en 1922 y en 1934. Antes de la Guerra Civil, Bulgaria exporta a España millones de docenas de huevos e importa principalmente hilados de algodón y metales. La balanza comercial favorece a Bulgaria. La invasión de huevos búlgaros exportados a ambos bandos beligerantes en España continúa durante la guerra, si bien con ritmos mucho menos intensos. Siempre en enero de 1940, el representante diplomático búlgaro en Madrid, Ilía Boyadzhíev, fue recibido en audiencia por el general Franco quien expresó la esperanza de que Bulgaria permanecería neutral y al margen de la terrible calamidad mundial que era la Guerra Europea ya empezada. Mientras que la nuestra, declaró Franco, fue una necesidad, la europea es absurda e innecesaria.


[редактиране] BRIGADISTAS BÚLGAROS EN ESPAÑA

“Venís desde muy lejos… Mas esta lejanía ¿qué es para vuestra sangre, que canta sin fronteras? Rafael Alberti, A las Brigadas Internacionales

En el conflicto fratricida español que segó la vida de más de medio millón de personas, tomaron parte, entre otros, 460 voluntarios búlgaros, prácticamente todos bajo las banderas de la República. Los más llegan a través de Francia como estudiantes universitarios o turistas, sin saber casi nada sobre España. El más pobre atraviesa Europa de uno a otro extremo a pie por sus caminos nevados. Los más son comunistas, pero hay también anarquistas, agrarios, socialdemócratas, radicales y no afiliados a ningún partido. Combaten en la infantería, la aviación, la marina, las unidades de tanques, los servicios médicos, la industria militar, los destacamentos de guerrilleros. 11 se hacen tanquistas, entre ellos una mujer. Los españoles la llamaban con respeto “señorita capitán ingeniero“. Una de las pocas mujeres en el mundo de entonces formadas en una academia superior de tanquistas, ella dirigía un taller de reparación de tanques republicanos en la pequeña ciudad de Alcalá de Henares, no lejos de la casa natal de Cervantes. Más tarde fue general de las fuerzas armadas búlgaras. Se llama Polina Nediálkova. En el cielo de España combatieron por la República al menos tres aviadores búlgaros. Volaban 5 y 6 veces al día. Uno, el entonces teniente Kírilov, años después general del ejército del aire de Bulgaria, es herido sobre Guadalajara, después de haber ejecutado más de 160 misiones de combate. Otro muere sobre la ciudad de Andújar. Dos ingenieros búlgaros organizan la fabricación de proyectores antiaéreos para las necesidades del ejército republicano. Otro dirige la construcción de una importante línea férrea. Cientos pelean en Guadalajara y Teruel, en Andalucía y Levante, defienden Madrid en la Casa de Campo, en el Jarama y en Arganda. Otros combaten y mueren antes del propio fin de la guerra defendiendo Barcelona. Unos pocos realizan desde Madrid y Barcelona programas en búlgaro por radio destinados a los oyentes en su patria. El más joven, Marín Chúrov, es ametrallador. Muchos años más tarde será embajador de Bulgaria en Chile durante el gobierno de Salvador Allende y el golpe militar que lo derroca. Durante la guerra, el búlgaro Stoyán Mínev (Moreno) fue consejero político del Partido Comunista de España enviado por la Internacional Comunista. En España tuvo un hijo con una española y Moreno se casó con ella. Enseguida después de la guerra, ya en Moscú, Mínev escribe por orden de Stalin el primer estudio en el mundo (abril de 1939, más de 250 pgs.) sobre las causas de la derrota de la República. Sus planteamientos le salvan la vida. Decenas de voluntarios búlgaros se quedan para siempre en la tierra española. Casi por toda España hay diseminados huesos de integrantes búlgaros de las brigadas internacionales. Hoy, los vivos son menos de diez. En 1996, el entonces embajador español en Sofía Jorge Fuentes, cuyo padre peleó en la Guerra Civil del lado de Franco, condecoró con altas distinciones estatales a 18 búlgaros, los últimos vivos de aquellos casi 500 voluntarios. Les entregó las distinciones porque, según declaró, 60 años antes combatieron y estuvieron dispuestos a derramar su sangre por España, por una causa que ellos creían justa. Y por decreto del Rey Juan Carlos I les fue concedido el estatuto de ciudadanos españoles. Durante la Guerra Civil hubo muchos búlgaros que combatieron por la República Española desde aquí, en sus pensamientos, y algunos, con sus versos. Uno de los grandes poetas de Bulgaria, Nikola Vaptsárov (1909-1942), dedicó entonces a España el ciclo lírico “Cantos a un país”. Éste es la cumbre poética de la pirámide de obras que casi 15 notables poetas y escritores búlgaros dedicaron a la guerra en el lejano país. Vaptsárov sintetizó su credo en el poema “España”: “Ahora tu destino es mi destino,/ ahora tu suerte es mi suerte/ y yo participo constantemente/ en tu lucha por la libertad…/ Ahora combato hasta la victoria/ agazapado en los nidos de ametralladoras,/ por las calles de Toledo/ y ante los muros de Madrid.” Otro poema de Vaptsárov, “Carta”, recuerda las letras de las canciones de anónimos autores españoles compuestas y cantadas durante la guerra en ambos bandos beligerantes. En este poema, al igual que en aquéllos, está presente el personaje de la madre española. A ella la consternada Dolores le comunica la muerte de su esposo Fernández caído ante los muros de Madrid. En 1951, la dirigente de los republicanos y comunistas españoles Dolores Ibárruri visita Bulgaria. A propuesta suya, el Consejo Mundial de la Paz concede en 1953 su gran premio honorífico a Nikola Vaptsárov. Vota por él, entre otros miembros del jurado, Pablo Picasso. La tragedia de la Guerra Civil Española es el tema de una de las novelas más interesantes y modernas en la literatura búlgara: “Almas condenadas” (1945) de Dimítar Dímov. La bulgarista española Luzdivina Pérez escribía en 2001: “El personaje principal de la obra es España. El autor presenta una España compleja y torturada, una doble España, católica medieval y comunista.” Profundo conocedor del alma española, habiendo vivido en España inmediatamente después del conflicto bélico, Dimítar Dímov dejó también la obra de teatro “Descanso en Arco Iris” en defensa de la República, artículos y muchas notas de viaje dedicados a España. Años después, será un escritor español, José María Gironella, quien elija entre los protagonistas de su popular novela sobre la Guerra Civil “Un millón de muertos” (1961) a algunos búlgaros. Hay entre ellos dos voluntarios inventados apodados Papá Pistolas y Polvorín, porque llevaban encima muchas armas. El segundo era levantador de pesos y constantemente andaba buscando yogur, su alimento básico. Éste es un tópico español sobre los búlgaros que persiste hasta hoy. Cuando escribía una carta en cirílico, los españoles se le asomaban por detrás y le decían: “Tienen carajo esas palabras.” Y el búlgaro respondía: “También tiene carajo beber en bota o en porrón.” Éste es ya un tópico español sobre los españoles. Un batallón de voluntarios extranjeros llevaba el nombre del comunista búlgaro Jorge Dimitrov, luchador antifascista. En un gran proceso en Leipzig, en 1933, Dimitrov, acusado por los nazis de haber incendiado el Reichstag, se defiende con contundencia a sí mismo y a sus ideas y asesta el primer golpe moral al hitlerismo. A este acontecimiento y a Dimitrov dedicará su película “La advertencia” (1982) el gran director español Juan Antonio Bardem. Los búlgaros del batallón “Dimitrov” libran duros combates en el Jarama en febrero de 1937. Es, en realidad, una batalla por Madrid. En ella mueren muchos brigadistas, entre ellos el comandante del batallón Iván Grebenárov. Aquellos voluntarios búlgaros y de otras naciones que combatieron bajo la bandera del batallón “Dimitrov” no podían saber que un decenio más tarde, bajo la dirección y con la participación directa de Dimitrov, se establecería en Bulgaria una férrea dictadura comunista. Lucharon por la causa de la República Española, causa que creían justa. Y morían por ella.


[редактиране] BÚLGAROS CON LAS TROPAS FRANQUISTAS

Por lo demás, tres búlgaros – se sabe sólo de tres – pelearon en el otro bando. A ellos se refiere José Luis de Mesa en su estudio de 1998 “Los otros internacionales”. Dos eran oficiales de una misma unidad de la Legión colonial española creada en 1920 e integrada por extranjeros y españoles. Ambos llevaban el nombre Dimitri (Dimítar) y el apellido Ivanov. Dimítar Grigórov Ivanov era combatiente abnegado y alcanzó el grado de capitán. Era un oficial muy apreciado por sus compañeros y éstos le pusieron el apelativo de “Dimitri el Bueno”. El otro, Dimítar Ivanov Ivanov, era arrogante y de muy mal genio, por lo cual le pegaron el apodo “Dimitri el Malo”. Sin embargo, en un momento después de la guerra, se supo que Dimitri el Bueno era masón. Franco no soportaba masones en sus tropas. Y “El Bueno” también se hizo malo y se le retiró del ejército. El otro, Dimítar Ivanov Ivanov, se distinguió como asesino en 1934 en los excesos de los legionarios enviados a sofocar la sublevación de los obreros y mineros de Asturias, en el norte de España. Murió a fines de 1936 cuando atacó con su unidad un tanque republicano en un suburbio madrileño. Casi al mismo tiempo cuando el búlgaro Nikola Vaptsárov combate en sus pensamientos ante los muros de Madrid por la República, el búlgaro Dimítar Ivanov combate y muere ante los muros de Madrid, contra la República. Ésta es otra dimensión, búlgara, de la Guerra Civil Española.


[редактиране] BULGARIA Y ESPAÑA DESPUÉS DE LA GUERRA

En diciembre de 1940, al frente de la legación española en Sofía está Julio Palencia. Por tres meses más, Bulgaria permanece oficialmente neutral en la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, prácticamente ya ha apostado por la carta alemana. Alemania la atraía a su causa con operaciones comerciales y con promesas de ayudarla a realizar el ideal de la unificación territorial de la nación búlgara en los Balcanes, mientras que el bloque anglo-francés le prometía un pedazo mucho menor del pastel de la victoria. Desde 1941, una vez promulgadas leyes antijudías en Bulgaria a demanda de Berlín, Julio Palencia arregla la exención de decenas de judíos del servicio militar búlgaro o de la movilización civil. Siguiendo instrucciones del gobierno del general Franco, les expide pasaportes españoles y organiza su emigración a España, de donde la mayoría marcha a América. Para salvar a una familia judía de Plóvdiv, Palencia incluso adopta a su hijo.


[редактиране] BULGARIA SALVA A SUS JUDÍOS

Los trasladados por Palencia son pocos si se les compara con aquellos casi 50 mil judíos, en su mayoría sefardíes, súbditos búlgaros, que el pueblo búlgaro rescata en 1943 de la deportación a los campos de la muerte de la Alemania hitleriana. Los búlgaros se sienten orgullosos de haber dado esta considerable aportación al humanismo en Europa y el mundo. Bulgaria es el único país aliado de Hitler en la Segunda Guerra Mundial y de hecho subordinado a él que no permite que sus judíos sean enviados, según insistía el Führer, a las cámaras de gas del Holocausto. Esto fue logrado con los esfuerzos de destacados intelectuales, de diputados incluso de la mayoría gobernante, de eminentes prelados de la Iglesia Ortodoxa, del rey Borís III y de las personas del pueblo llano. Bulgaria es el único país de Europa cuya población judía durante la guerra no disminuye bruscamente sino que incluso aumenta. De esta hazaña colectiva búlgara se sabe muy poco en el mundo y, digámoslo, en España. Sin embargo, de esta proeza se habla con reconocimiento en Israel donde en 1948 emigran decenas de miles de sefarditas búlgaros. Pero fueron muchos los judíos que se quedaron entonces en Bulgaria, el país que los vio nacer y que los salvó del Holocausto. Ellos y sus descendientes hoy – lamentablemente, ya menos de 4 000 personas - pertenecen a la flor de la nación búlgara. Son ilustres científicos, periodistas, financieros, médicos, actores, músicos, poetas, traductores. Es hijo de judío sefardí el ministro búlgaro de Asuntos Exteriores Solomón Pasy. Su padre es Isak Pasy, eminente filósofo y esteta que ha presentado en doctas interpretaciones a Miguel de Unamuno y su visión de Don Quijote. Es judío sefardita Valeri Petrov, seudónimo de Valeri Nisim Mevorah, uno de los artífices más brillantes del lenguaje poético búlgaro. Es sefardí Angel Wagenstein, uno de los más talentosos guionistas de cine búlgaros, autor también de dos novelas una de las cuales lleva por título “Lejos de Toledo”. Es sefardita Ani Levi, hasta hace poco directora del Departamento de Estudios Hispánicos en la más vieja y más grande universidad búlgara: la de Sofía. Es sefardí el anterior corresponsal de la agencia española EFE en Bulgaria, Samuel Francés. Ellos están vivos hoy porque en 1943 el pueblo búlgaro no permitió que sus padres o ellos mismos fueran deportados, que perecieran gaseados en Treblinka y Auschwitz. El pueblo búlgaro ha sido y es extraordinariamente tolerante en el plano racial, étnico y religioso. Lo fue en el pasado y lo es hoy.

[редактиране] BÚLGAROS Y ESPAÑOLES DESPUÉS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Al ser establecido un régimen prosoviético en Sofía en septiembre de 1944, los contactos entre la Bulgaria comunista y la España franquista quedan congelados y en 1946 sus relaciones diplomáticas se rompen. Ya un puñado de diplomáticos de la legación búlgara del régimen anterior ha quedado en Madrid como exiliados políticos. Poco más tarde el gobierno de Sofía brinda asilo a un puñado de republicanos españoles exiliados. А poco de radicarse en esta capital les vemos trabajando activamente como renombrados periodistas, redactores de traducciones al castellano o profesores: Lo son Fernando Revuelta, Reyes Bertral etc. Se paralizan por tres decenios las relaciones bilaterales, existen sólo contactos esporádicos de carácter cultural, consular y comercial. El último diplomático búlgaro en Madrid, que prácticamente cierra la legación, es Tódor (Teodoro) Néikov. Años más tarde, formará en Sofía la primera generación de nuevos hispanistas búlgaros y hará excelentes traducciones de literatura española. En 1985, el Ministerio de Cultura de España confirió su Gran Premio a la traducción de obras españolas a Néikov por su actividad creadora global y en especial por su extraordinaria traducción de “El Quijote” de 1970. En algo más de un siglo, de 1882 a 2001, la obra maestra de Cervantes aparece en casi cien ediciones y reediciones en lengua búlgara en una tirada total que supera los 600 000 ejemplares: cifra impresionante para este pequeño país. Los aficionados a la estadística han calculado que más de 80 poetas búlgaros han escrito más de 100 poemas inspirados en la novela y su inmortal protagonista. Mientras se encuentra como diplomático en Madrid, en 1943 Tódor Néikov traduce junto con el literato y publicista español Juan Eduardo Zúñiga las primeras obras narrativas búlgaras que se editan en España. Seis años más tarde, sale en Barcelona su traducción de la emblemática novela “Bajo el yugo” del clásico de la literatura búlgara Iván Vázov. Éstas son las primeras muestras de nuestra prosa que llegan al conocimiento del lector español. Más tarde, Zúñiga le ofrecerá nuevas traducciones de prosa y poesía.


[редактиране] BULGARIA Y ESPAÑA, POR CAMINOS ESCABROSOS

En marzo de 1941, bajo la amenaza de ocupación hitleriana que se cernía, Bulgaria se unió al bloque alemán pero no envió soldados a pelear contra la URSS. El principal factor de esta política de rodeos y contención fue el zar Borís III (1918-1943). Sin embargo, meses después Bulgaria declaró “la guerra simbólica” a Inglaterra y EE UU. Esto le costó duros bombardeos aliados a Sofía y otras ciudades del país en 1943 y 1944. Desde 1941, apareció en Bulgaria un movimiento guerrillero dirigido por el clandestino Partido Comunista. El régimen, que gobernaba sin constitución, emprendió duras acciones represivas contra los guerrilleros. Al año siguiente, por iniciativa de los comunistas, fue creado un Frente de la Patria, clandestino. Éste se proponía establecer un gobierno nuevo que alineara a Bulgaria entre los países democráticos, presentando como tal incluso a la Rusia de Stalin. En 1943 el rey Borís murió. Un año después, el 9.IX.1941, se produjo un golpe de Estado prosoviético del Frente de la Patria. Las tropas soviéticas prácticamente ocuparon el país. Bulgaria declaró la guerra a Alemania. En la última fase de la Segunda Guerra Mundial (1944-1945), más de cien mil soldados búlgaros combatieron del lado de la coalición antihitleriana y contribuyeron en considerable medida a la liberación de Yugoslavia y Hungría. En la misma guerra, la División Azul española conformada por varios miles de voluntarios peleó en la composición del ejército alemán contra la Unión Soviética. Mientras, en las filas del ejército soviético lucharon voluntarios republicanos españoles. Sin embargo, España como Estado no intervino en el conflicto mundial. En Bulgaria, tribunales especiales condenaron a muerte tanto a esbirros del régimen anterior como a inocentes políticos burgueses. Se crearon campos de concentración. Fue fusilado Parván Dragánov, uno de los últimos diplomáticos búlgaros en Madrid. Su buen conocido el conde de Jordana, ministro de exteriores de Franco, le aconsejaba que no volviera a Bulgaria, pero еl diplomático no atendió su consejo. Los acuerdos de la Conferencia de Yalta de febrero de 1945 empujaron a Bulgaria al campo de los países sometidos a Stalin. Los comunistas aplastaron pronto a los partidos de oposición e instauraron una dictadura. Unos quince años más tarde, la dureza del régimen se suavizó un tanto, se produjo cierta estabilización económica. El país se industrializó, desaparecieron prácticamente lacras sociales como el paro y la extrema pobreza. Sin dejar de ser el satélite más fiel de Moscú, Sofía emprendió intentos de apertura hacia Occidente. Sin embargo, paulatinamente, el socialismo búlgaro de tipo comunista, con Tódor Zhívkov a la cabeza, fue agotándose y se dirigió a la decadencia política y económica. Su fin llegó en noviembre de 1989, cuando Zhívkov fue derrocado y empezó la transición pacífica a un sistema plural y a una economía de mercado. Después de la Guerra Civil, habiendo establecido un poder autocrático, Franco aisló a España del mundo y trató de imponerle una economía cerrada y autosuficiente. El intento fracasó y desde inicios de los 60 comenzaron los llamados Planes de Estabilización. La economía se abrió a Occidente y Occidente se abrió a España. En 1953 fue firmado un Tratado con los EE UU para crear bases norteamericanas en España. A cambio de las bases, Washington prestó una cuantiosa ayuda financiera al régimen de Madrid. España fue admitida en la ONU (1955). Con el desarrollo impetuoso del turismo en los años 60 comenzó un auge importante y sostenido de la economía española, fueron amasadas fortunas, se enriqueció hasta la clase media. Sin embargo, no se produjo una democratización sustancial del régimen. La tensión social y el descontento no cesaban, las represalias, tampoco. Franco murió el 20.XI.1975. Tres días después asumía el timón del Estado el rey Juan Carlos I, nieto de Alfonso XIII. Con su respaldo decisivo, en el país empezó un proceso de democratización. En 1977 se celebraron las primeras elecciones parlamentarias libres. Al año siguiente fue aprobada una constitución de la transición. Ésta proclamaba plenos derechos y libertades ciudadanas y abría ampliamente el camino para la incorporación de España a las estructuras y escala de valores de Europa Occidental. Además, la nueva Carta Magna otorgaba amplia autonomía a las nacionalidades en el Estado, sobre todo a catalanes y vascos, discriminados durante la época del franquismo. En 1986 España ingresó en la Unión Europea y después de un referéndum se quedó en la OTAN a la que se había adherido por una resolución de las Cortes de 1981. En el período de la democracia, el país ha sido gobernado sucesivamente por la Unión de Centro Democrático, el Partido Socialista Obrero Español, de centroizquierda, el Partido Popular, de centroderecha, y de nuevo, desde 2004, por el PSOE.


[редактиране] AUGE DEL HISPANISMO EN BULGARIA

Durante los decenios comunistas en Bulgaria y aún antes del fin del régimen autoritario de Franco en España, se produce un auge tanto de las traducciones de literatura española publicadas por editoriales de Sofía, como del estudio del idioma español. Es cierto que en ello hubo también un motivo ideológico: el triunfo de la Revolución Cubana de 1959, cuando Fidel Castro empezó a gravitar hacia los países del bloque soviético, entre ellos Bulgaria, dio un impulso al interés en Bulgaria por el idioma español y por el mundo hispanohablante. Aún así, es preciso subrayar que durante el período socialista, en unos tres decenios, gracias a la política cultural del Estado, el lector búlgaro entró en contacto con una parte asombrosamente grande y valiosa de los tesoros de la producción literaria española, desde Lope de Vega y Tirso de Molina, pasando por Benito Pérez Galdós y Pío Baroja y llegando a Carmen Laforet y los hermanos Goytisolo. En 1964 y 1980 salen dos grandes antologías de la poesía española. Los teatros búlgaros escenifican un buen número de obras dramáticas españolas: desde Calderón hasta Buero Vallejo. La producción fílmica española llena a tope las salas de los cines búlgaros. Para los Encuentros Internacionales de Escritores (1977-1987) acuden a Bulgaria numerosos representantes ilustres de la literatura y cultura española: desde Rafael Alberti, Camilo José Cela y José Caballero hasta Ana María Matute, Carmen Conde y Nuria Espert. En 1979 el poeta y dramaturgo español Manuel Muñoz Hidalgo dedica un apasionado poema al poeta búlgaro Nikola Vaptsárov, fusilado en 1942, y planta simbólicamente trigo español en su tumba en Sofía. En 1961 se abre la carrera de Filología Española en la Universidad de Sofía “San Clemente de Ohrid”. Enseñan el creador del Departamento Tomá Tómov: un típico catedrático búlgaro “burgués” discípulo de Ramón Menéndez Pidal; una comunista catalana, emigrada política, que se quedó en Bulgaria casi hasta su muerte; un literato cubano que amaba a España y que quedará en Bulgaria siempre, hasta después de su muerte; dos búlgaros, una nacida y el otro nacido y crecido en la Argentina. Destinos, destinos… Desde 1992 empiezan a acudir durante un año académico lectores españoles enviados por el Ministerio de Educación, la mayoría jóvenes. En Bulgaria, con una población de casi 8 millones, ya se han licenciado más de 1300 hispanistas de estudios superiores. Un Departamento de Estudios Hispánicos aparece también en Veliko Tárnovo. Mientras, en la Universidad de Sofía abren puertas un “Aula Cervantes”: primer proyecto de este tipo en el mundo, y un moderno Centro de Español, acondicionados íntegramente con apoyo estatal español. En 2003, se inauguró en la Embajada de España en Sofía una Consejería de Educación de alto rango, la primera en el Sudeste de Europa. Los hispanistas búlgaros esperan que el siguiente paso sea un centro del Instituto Cervantes en Sofía. Editoriales búlgaras reciben ayuda de parte de instituciones del Estado español o de las comunidades autónomas. Desde el comienzo de los cambios democráticos en 1989, se han publicado unas 110 obras literarias españolas traducidas al búlgaro. Las tiradas son inferiores a las del período del socialismo, pero el número de las ediciones no deja de ser impresionante para un país en transición con grandes dificultades económicas. Lamentablemente, falta una revista como “Obzor” que existió de 1976 a finales de los 80. En ella se publicaban en traducción al castellano obras de artífices búlgaros del lenguaje, clásicos y modernos. La revista se difundía en España y América Latina. España ayuda al estudio de su idioma y cultura también en los institutos secundarios búlgaros. El primer Liceo Español en Bulgaria, que lleva el nombre de Cervantes, apareció en 1991 en la capital. Pero ya antes, el castellano era estudiado en el Instituto Secundario Francés de Sofía. Hoy en día, en el Liceo Cervantes y en más de 150 institutos secundarios de todo el país se forman miles de jóvenes hispanoparlantes. Se estima que el español es la segunda lengua extranjera después del inglés cuyos estudios en Bulgaria registran el ritmo de crecimiento más rápido. Hoy en nuestro país hablan español más de 50 000 personas. Hace años, el joven diplomático español Rafael Soriano exclamaba: “¡Nunca encontré comunidad hispanística tan devota como la búlgara y que trabajaba con tanta escasez y precariedad de sus medios materiales!” Ya en 1974, en la Universidad Autónoma de Madrid se abrió un Lectorado de Búlgaro. La primera lectora en él fue Emilia Tsénkova: la primera profesora de español práctico en la Filología Española de la Universidad de Sofía. Más tarde, fueron lectores en Madrid el eminente lingüista Prof. Iván Kánchev, catedrático y hoy miembro correspondiente de la Real Academia Española de la Lengua, y el historiador y político Prof. Catedrático Dragomir Dragánov, excelente conocedor de la España contemporánea. Allí enseñaron el búlgaro Rafael Alvarado, hoy corresponsal del diario ABC en Sofía y presidente, durante largos años, de la Asociación de Hispanistas en Bulgaria, y Venceslav Nikólov, autor de estas líneas y del estudio “Cien españoles y el pasado búlgaro”. En 1981, el Prof. Kánchev abría en la mayor universidad madrileña y española, la Complutense, incluso el primer curso de estudios del idioma búlgaro antiguo, llamado con razón el latín del mundo eslavo. Conoció un auge asimismo la actividad de investigación en el campo de la bulgarística, cuyos pioneros fueron los académicos Antonio Tovar, Emilio Sáez y Francisco Rodríguez Adrados. Científicos, pintores, periodistas y escritores españoles empezaron a descubrir Bulgaria: “la bella desconocida”, como la llamó en 1982 el publicista Antonio López de Zuazo. Al cabo de decenios de distanciamiento durante el período de la Guerra fría, las relaciones diplomáticas entre Bulgaria y España fueron restablecidas en 1970, al firmarse el primer acuerdo para abrir representaciones consulares y comerciales. Las misiones fueron elevadas al rango de embajadas en 1977. En España ya había empezado la transición democrática. En Bulgaria continuaba el poder del partido comunista y de su dirigente Tódor Zhívkov. Los dos países pertenecían entonces a dos sistemas políticos y económicos distintos; más tarde pertenecerían también a dos alianzas político-militares opuestas. Razón por la cual no es de extrañar que se mirasen el uno al otro con interés, pero también con ciertas reservas, hasta la caída del régimen comunista en Bulgaria, en 1989. Pero ya con la apertura de embajadas en Sofía y Madrid en 1977 comenzó un desarrollo de los contactos de nuevo tipo - comerciales y sobre todo culturales - entre los dos Estados, cuyas diferencias ideológicas no eran barrera infranqueable ante el acercamiento espiritual de sus pueblos. El mismo 1977, Pétar Mladénov fue el primer ministro de exteriores de un país comunista que, si bien no oficialmente, visitó Madrid y se entrevistó con los políticos de la nueva España. En 1980, era constituido en España un Comité Nacional para conmemorar el 1300 aniversario de la creación del Estado Búlgaro. Lo integraron 40 eminentes políticos, científicos, escritores, pintores, actores. Encabezó el Comité Antonio Hernández Gil, presidente de las Cortes Españolas. Justo en el año del 1300 aniversario del Estado Búlgaro, el 23.II.1981, el rey Juan Carlos detuvo con autoridad a los militares golpistas que intentaron hacer volver al país a la era del franquismo. Y salvó la todavía frágil democracia española. En uno de sus discursos, el monarca había resaltado: “Hace falta la integración con Europa y con las organizaciones que Europa ha creado.” En más de una de estas organizaciones estaba presente también Bulgaria. En aquellos años, a pesar de las diferencias de orden ideológico, a pesar de los caminos diferentes y las reservas mutuas, se conjugaron importantes esfuerzos por ambas partes para el mejor conocimiento y acercamiento de sus pueblos.


[редактиране] RESPALDO ESPAÑOL EN EL PERÍODO DE DEMOCRATIZACIÓN

Los cambios democráticos en Bulgaria que comenzaron en otoño de 1989 abonaron el suelo del que crecieron las flores del período más fructífero en la historia de las relaciones bilaterales. Este período continúa. Para los búlgaros, la España de hoy es un modelo de moderno Estado democrático. España ha estado compartiendo y comparte de buena gana con la nueva Bulgaria los elementos políticos y jurídicos de su propia transición, nada fácil, de la dictadura a la democracia y su experiencia, no carente de nubes, por el camino que recorrió hasta llegar a ser miembro de la OTAN y de la Unión Europea. Es cierto que aún cabe desear no poco en especial en el desarrollo del comercio y en la atracción a Bulgaria de inversiones de España. El país tiene la octava economía más desarrollada del mundo; en 1999 había llegado a ser el sexto mayor exportador de capitales en el planeta, pero en 2003 ocupaba en Bulgaria apenas el lugar número 14, con inversiones de unos 115 millones de dólares. En 2002, el intercambio comercial alcanzó los modestos 370 millones de euros. Son cada vez más las empresas españolas deseosas de participar en las licitaciones anunciadas en Bulgaria, sobre todo para desarrollar la infraestructura. Se sientan las bases para un auge de la colaboración en la industria textil, la siderurgia, la agroindustria. Pero los empresarios españoles esperan el perfeccionamiento de las leyes búlgaras para la inversión extranjera y contra la corrupción y su mejor aplicación para llegar a Bulgaria con mayor seguridad y a mayor escala. Las dificultades se deben también a la gran diferencia existente entre los niveles de desarrollo económico de los dos países. Para realizar su transición de la dictadura a la democracia, a España no le hizo falta reformar de raíz su sistema económico. Para adherirse a la nueva y democrática Europa, Bulgaria se vio enfrentada a la tarea dolorosa pero insoslayable de sustituir su economía centralizada rígidamente regulada por el partido comunista, por una economía de libre mercado. Acompañaron y siguen acompañando a este cambio enormes dificultades, muchos errores, una nueva estratificación social y empobrecimiento de una parte de la población. Esto es un obstáculo para que el vagón búlgaro se enganche con facilidad al tren de la nueva Europa, del cual España es ya una de las locomotoras. Mientras en 1939 los ingresos medios mensuales por persona en Bulgaria eran casi iguales a los de España, los de hoy no alcanzan siquiera un 15% de los españoles. Sin embargo, en el plano político, la transición democrática búlgara no tropieza con mayores dificultades. Igual que en España después de la muerte de Franco, en Bulgaria, desde hace más de un decenio, se celebran elecciones libres, hay libertad de prensa y de expresión. Y en el plano geopolítico, la España de hoy necesita de una Bulgaria libre, por consiguiente democrática, y desarrollada, por consiguiente fuerte, que sea su aliada en la lucha globalizada contra el terrorismo internacional. Éste perpetró los cruentos atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid, en los cuales murieron cerca de 200 personas, entre ellas 4 búlgaros. Por lo cual Madrid ha estado prestando un apoyo activo para el acceso de Sofía a la OTAN, en 2004, y a la Unión Europea, en 2007, y para la maduración de la apertura democrática búlgara. Fueron expresión de respaldo contundente a los cambios democráticos búlgaros las visitas de Estado a nuestro país de los Reyes de España Juan Carlos I y Sofía en 1993 y 2003, como también las de dos presidentes de gobierno: Felipe González (1995) y José María Aznar (1998). España presta a Bulgaria también una sustanciosa asistencia material: ha otorgado diversos equipos técnicos y grandes recursos financieros para el mantenimiento de residencias de ancianos y orfanatos, de centros sanitarios, para modernizar el sistema informático del Ministerio del Interior, para realizar proyectos de apertura de nuevos empleos etc.


[редактиране] UN REY PRIMER MINISTRO

El actual presidente del gobierno de la República de Bulgaria es el zar búlgaro Simeón II: un hecho sin precedentes en la historia universal. A la edad de 9 años, éste se marcha de Bulgaria en 1946, cuando en el país es proclamada la República. Cinco años más tarde, Simeón, pariente de los monarcas españoles, se radica en Madrid por invitación del general Franco. Allí estudia, trabaja y se casa con una española de ascendencia noble, aunque no de la realeza, Margarita Gómez Acebo. Su padre, famoso financiero y abogado, fue fusilado por los republicanos en 1936. Con ella Simeón tiene cuatro hijos y una hija, todos con nombres búlgaros, todos nacidos en Madrid y todos con esposas - esposo -españoles. En 2001 Simeón creó un Movimiento Nacional a su nombre y con él ganó de manera contundente las elecciones parlamentarias en Bulgaria del mismo año… En 2002, en Bulgaria, Simeón de Sajonia Coburgo casó a su hija con un navegante español. Siempre en Bulgaria, en 2003, el anterior embajador de España en nuestro país, José Ángel López Jorrín, casó a su hija con un joven español. Otro Embajador español, José Coderch, incluso tomó como esposa a una búlgara y se casó con ella en la Catedral de Sofía. Semejante paso, por cierto algo arriesgado, de casarse con búlgaras, dieron en los últimos años tres diplomáticos españoles más, acreditados en nuestro país.


[редактиране] JOSÉ SANCHA EN BULGARIA

Y hace más de medio siglo, se casó con una búlgara un notable pintor y escenógrafo español: José Sancha. En 1948, llega a este país con su mujer, hija del escritor Lyudmil Stoyánov, y permanece en Sofía casi veinte años. Es el primer extranjero que “contagió” el arte rígido y gris del realismo socialista estaliniano de la Bulgaria de entonces con el vivo juego español de la imaginación y con los atrevidos contrastes cromáticos de Picasso de quien el padre de José Sancha fue paisano y amigo. Hoy, son pocos los búlgaros que recuerdan o saben que precisamente él, el español José Sancha, es uno de los creadores, a fines de la década de los 50, del muy popular Teatro de la Sátira en Sofía y que es autor de su emblema: un payaso guasón con un fuste en la mano. Este teatro fue uno de los primeros fustes que azotaron con sus críticas al régimen totalitario en Bulgaria.


[редактиране] LA COLABORACIÓN HOY

“Bulgaria y España son dos países que han tenido la dicha de no haber estado jamás en guerra entre sí, de no haber tenido querellas históricas ni problemas de ninguna índole. Por esto son países llamados a entenderse.” José María Ansón, notable publicista español, miembro de la Real Academia Española

Hoy búlgaros y españoles cooperan intensamente en todos los campos posibles. Y hasta han establecido una frontera común que no los separa, sino que tan sólo los acerca. En la lejana Antártida las bases científicas búlgara y española están una al lado de la otra. Búlgaros y españoles estudian conjuntamente la geología, la flora y la fauna de la antárticas, se visitan unos a otros, prueban qué sabor tienen en condiciones polares la paella española y el aguardiente muy caliente búlgaro. Según dijera el Prof. Hristo Pimpírev, director de las expediciones antárticas búlgaras, “poco después del quinto centenario del descubrimiento de América, Bulgaria y España trabajan y viven como vecinos y amigos en la colonización científica del continente helado.” Con su colaboración antártica ellas se presentan al mundo cogidas de la mano. Tal como salieron hace unos años al escenario del Palacio Nacional de Cultura de Sofía, en su inolvidable concierto, la célebre cantante lírica española Montserrat Caballé y su talentosa discípula la soprano búlgara Ina Káncheva. En el mismo escenario actuaron en los últimos años Teresa Berganza, Paco de Lucía, Julio Iglesias. Allí mismo, en 2003, la pianista española Blanca María Calvo dedicó su concierto a su hijo adoptivo quien es búlgaro y en sus palabras la ha vinculado para siempre con Bulgaria. En los escenarios españoles han desfilado con éxito solistas, coros e instrumentistas búlgaros. Figuran entre ellos las óperas de Sofía, Plóvdiv y Varna, las cantantes líricas Raina Kabaivanska y Veselina Katsárova, los reputados bajos Nikolai Guiaúrov y Nikolai Guiuzélev. Huéspedes frecuentes de las salas de concierto españolas son el conjunto de cámara para música sinfónica “Solistas de Sofía” y las cantantes del coro folclórico “El Misterio de las Voces Búlgaras”. El pianista búlgaro Liudmil Ánguelov lleva largos años de profesor en la Escuela Superior de Música de Toledo. Los contactos entre los dos países en el campo de las artes plásticas tienen su tradición desde las visitas a Bulgaria, en el período del socialismo, de obras del Siglo de Oro de la pintura española, del Museo del Prado, de Joan Miró, de José Caballero. Ya entonces, fueron presentados en España algunos artistas búlgaros, como también exposiciones a gran escala de iconos búlgaros y del arte tracio. En 2003, en la Galería de Arte Extranjero, uno de los centros culturales de mayor prestigio en Sofía, fueron organizadas muestras de dos renombrados artistas españoles contemporáneos: el pintor Manuel Salinas y el escultor Francisco Leyro. Años antes, en la misma pinacoteca hubo exhibiciones de pintura y gráfica moderna española, y también grabados de Francisco Goya. En mayo de 2004, en esta galería se inauguró una Sala Permanente de Pintura Española y en el Palacio Nacional de Cultura se organizó una gran exposición de Joan Miró. Un año antes, 40 notables pintores españoles exhibieron еn la Galería de Arte Extranjero sus lienzos que regalaron a Bulgaria. Para inaugurar la ceremonia, llegó a Sofía la infanta Elena. Un nutrido grupo de pintores búlgaros llevan muchos años residiendo y trabajando en España. Son bien conocidos allí Vladimir Góev, de la generación más vieja, y Krum Baitóshev y Eva Davídova, de la más joven. Más de 90 cuadros con temas españoles ha presentado en Bulgaria y España Violeta Grívishka, esposa del teatrista Stefan Tánev, excelente conocedor de la dramaturgia española. En las salas de cine de Bulgaria desfilan con enorme éxito las cintas de Pedro Almodóvar, Carlos Saura, Fernando Trueba. Cogido de la mano con sus compañeros de equipo españoles, salía antes del partido por la nueva victoria y la nueva copa el mejor futbolista búlgaro del pasado reciente. En los años 90 del siglo pasado, Hristo Stoíchkov tuvo una aportación sustancial a los memorables éxitos internacionales del “Barcelona”. Dicho en sentido figurado, van cogidos de la mano con sus anfitriones españoles también los ya más de 100 000 búlgaros que residen y trabajan hoy en España, principalmente en el turismo, la construcción y el transporte. La mayoría de los integrantes de la colonia búlgara en España son laboriosos, honestos y respetados por sus empleadores españoles. Ellos son los numerosos nuevos embajadores de la Bulgaria de hoy. Terminaremos estas líneas con palabras pronunciadas por el rey Juan Carlos en Sofía, en junio de 2003: “Son ya muchos los búlgaros que viven en España. Ellos contribuyen con su trabajo al desarrollo de nuestro país. La migración y el intercambio turístico favorecen el conocimiento mutuo y alimentan el flujo de simpatía mutua que enlaza a nuestros dos pueblos.”